Narrativas comunitarias
de ciclismo urbano en México

Yo creo que la bicicleta te hace tener un buen carácter. Sientes una convivencia, siempre. Inclusive tú, andar en solitario, se siente uno libre.

Gerónimo Borges

Con la bicicleta basta

Mérida, Yuc., 6 de febrero de 2020. Don Gerónimo Borges vive en el Centro de Mérida. Tiene su casa y taller en el primer cuadro de la ciudad, donde repara y costura calzado desde hace más de cuarenta años. También tiene la memoria de un Centro Histórico en el que el trabajo, la vida familiar, el comercio, la movilidad y el ocio eran parte de un ecosistema de convivencias y relaciones orgánicas. En esta conversación, Don Gerónimo se detiene particularmente en la bici, a la que aprecia y defiende con vehemencia como parte fundamental de ese hábitat urbano cada vez más amenazado por prácticas exclusionistas de planeación y desarrollo desconectadas de la gente que tradicionalmente lo ha habitado.

Yo nací en un pueblo que se llama Temax, pero como desde los siete u ocho años me trajeron a Mérida y se puede decir que soy meridano. Mi lugar de vivir es acá en el Centro. Siempre he estado aquí en el primer cuadro de la ciudad, donde tengo mi taller desde hace cuarenta años. Antes maquilaba aquí. Tenía dos máquinas como ésa que ves ahí. Eran dos Landis para calzado, pero vendí una porque llegó un momento en que dejé de maquilar. Antes tenía yo cuatro personas que trabajaban, mientras yo trabajaba la reparación. Era un momento en que hubo mucho movimiento de maquila. Entre sábado y domingo se costuraban más de mil doscientos, mil quinientos pares de zapatos. Era una locura. Todo el día trabajando las máquinas. Pero de repente bajó la maquila y sólo me quedé con la reparación, trabajando solo. Porque sinceramente la reparación no es un negocio en el que puedas tener empleados. Para poder tener empleados hay que cobrar cierta cantidad, y no se paga; acá no se paga el trabajo.

No me acuerdo cuándo aprendí a montar en bici. Sí me acuerdo cuando tenía unos ocho años, me montaban en una bicicleta marca Admira, que es una marca alemana. Era toda cromada la bicicleta; una preciosidad. Y me llevaban a una curtiduría, donde el trabajo se hacía muy artesanal. Todo era manual, y se usaba el chucún, que es la cáscara de un árbol. Como es muy astringente, muy apretante, eso lo remojan en unas piletas y se lo ponen a la piel para que se curta. Entonces me acuerdo que el chucún cuando estaba muy usado y ya no servía, lo tiraban ahí en el piso, y ahí me montaban en la bicicleta. ‘¡Aprenda a montar!’, me decía el dueño de la bicicleta, que era un tío lejano, y me aventaba. Y yo como chamaco ahí iba, pero luego me caía entre las cáscaras del chucún. Por eso me acuerdo. Y no que me lastimara, no: nunca me pasó nada. Pero pasó el tiempo, y como todo ser humano, quise aprender a manejar bien una bicicleta.

Mi lugar de vivir es acá en el Centro

Y después, ya nunca dejé de andar en bici. La primera bicicleta que tuve me la obsequiaron cuando empecé a ir a la prepa. La tengo allá en el patio. La he querido arreglar porque tiene un cuadro Oxford, pero no he tenido tiempo. Me la obsequiaron porque yo vivía en la Cámara de Comercio, y había que tomar dos camiones para ir a la prepa, y cuando eso, tenía que ir dos veces al día. Tenía clases de las siete a las diez de la mañana, y después tenías que regresar de dos a cinco de la tarde. Era una locura. Ahora es mejor porque es tiempo corrido. Antes era tiempo cortado: ibas y regresabas, y era mucha pérdida de tiempo. Y había muchos que se quedaban a vivir en la prepa. Se quedaban allá, metían relajo y todo. Pero a mí la bicicleta me sirvió mucho porque yo me iba a mi casa y regresaba, y con eso llegué a tener un entrenamiento pero bien chévere, y de ahí yo creo me nació el gusto por correr. 

Entonces me compré esa bicicleta que está allá; es una marca Saeta. Me la vendió un señor que creo que le sobraba una. No estaba muy buena que digamos porque estaba fisurado el cuadro. Pero estaba arreglada. Creo que en 1,500 fue que me la vendió. Entonces ya fue que empecé a salir con bicicleta de carreras a entrenar. Y me integré. Se llegó el momento en que ya salía yo a entrenar ochenta, noventa kilómetros cada segundo día. Y llegué a entrar a varias carreras, de 120, 140 kilómetros: Mérida-Uxmal, Mérida-equis lugar. Hubo una vez nada más que gané un segundo lugar. Una vez. Pero fue una locura para mí; una gran satisfacción haber ganado un segundo lugar.

 

...andábamos entre cinco en una bicicleta: mi hijo mayor tendría como tres años, el mediano tendría como año y tanto, mi esposa sentada en la parrilla, y el más chico en la barriga de mi esposa, que estaba embarazada. Los cinco en la Oxford que está allá en el patio. Por eso le tengo un cariño especial a esa bicicleta.

Pero a mí la bicicleta me ha servido para todo. Yo no sé manejar vehículo automotor. La verdad no. Ni moto. Nunca me interesó. Todo el tiempo ha sido bicicleta. Ya inclusive casado, a veces le cuento a la gente, andábamos entre cinco en una bicicleta: mi hijo mayor tendría como tres años, el mediano tendría como año y tanto, mi esposa sentada en la parrilla, y el más chico en la barriga de mi esposa, que estaba embarazada. Los cinco en la Oxford que está allá en el patio. Por eso le tengo un cariño especial a esa bicicleta. Y así, los cinco íbamos a los parques. Mi esposa lo recuerda bien bonito. Íbamos al Parque de las Américas, ahí donde fuimos ayer con usted, llevábamos un pollo rostizado que mi esposa hacía en seco, y allá comíamos los tacos. O íbamos al Centenario, también. Siempre nos movíamos en bicicleta. En ese tiempo no había tanto tráfico como ahora. Estoy hablando de… mire: mi esposa y yo cumplimos cuarenta años de casados el 14 de julio del año pasado. Mis hijos pues ya son mayorcitos. El mayor va a cumplir ya los cuarenta, el otro tiene treinta y tantos y el otro tiene treinta y seis, por ahí más o menos. Así que esto que le digo pues tiene más de treinta años atrás, y no había el tráfico como ahora. Como que teníamos espacio para andar.

Otra razón por la que ando en bicicleta en la actualidad: yo tengo artrosis. Es un desgaste de las rodillas. Y en la bicicleta, sobre todo en la bicicleta tipo deportiva, siento que me ayuda. Y sacando en cuenta, ¿por qué ayuda…? Pues porque caminando hay un choque en las rodillas. En cambio, en la bicicleta, al contrario: hay un estiramiento. Inclusive cuando me bajo, no siento malestar. Caminando sí. Caminando tres, cuatro cuadras, ya siento el malestar. Inclusive me lo dijo el médico. Una vez me hicieron una artroscopía, y en diciembre del año pasado me pusieron tres inyecciones en cada rodilla para aliviar un poco el desgaste, y cuando el médico me dio de alta, me dijo: 

—No corra, no brinque, no trepe escaleras. Y le voy a sugerir algo: si sabe andar en bicicleta, lo que quiera. 

—Voy a hacer el intento, doctor —le dije.

Y vine aquí y le dije a mi esposa: 

—¿Sabes qué? El médico me dio de alta. Me aconsejó que no brinque, que no corra, no trepe escaleras, y me dijo que si sé andar en bicicleta, que lo que yo quiera. 

—¿Y qué le dijiste?

—Pues le dije que voy a hacer el intento. 

—Si supiera el médico que tu limusina ya estaba en la puerta del Seguro esperándote —me dice.

 

Ahora que estamos conversando esto, Alex, me acuerdo de un señor…  le decíamos el Negro Polanco. Su apellido es Polanco. Es un señor así, grueso, y tenía el problema de artrosis. Se quejaba de dolores en la rodilla. Yo estaba recién casado con mi esposa, y me traía sus chancletitas para costurar. Traía treinta o cuarenta pares para maquilarle. Siempre venía montado sobre la bicicleta —una bicicleta rodada veinte. Pero no la pedaleaba. Venía con los pies caminando, y me decía: la bicicleta me ayuda muchísimo para las rodillas. Vengo montado encima y me impulso, y no me molestan más. Y cuando se iba, igual: se montaba y se iba impulsado. Y pues ahora que tengo este problema veo que sí, que sí ayuda, y se lo recomiendo a las personas.

 

Yo además también tuve una fractura del menisco, y ahí también me ayudó mucho la bicicleta. Me pasó casi a la par cuando a mi esposa la operaron a corazón abierto. Al otro día de esa operación, creo que era por la misma tensión nerviosa que yo sentía, se me agravó la situación, porque sentía un dolor horrible en las rodillas. Cruzando la calle para cambiar un billete donde se junta la lotería —porque me llevo con el señor, y siempre que necesito me cambia—, pegué un brinquecito así para llegar a la escarpa. Y ¡tras!, sonó mi rodilla. Y ahí me quedé. No pude moverme. En ese momento pasaba un amigo que le digo el Güero. ‘Oye, Güero’, le digo, ‘un favor, me acabo de lastimar la rodilla, no puedo moverme. Pídele a don José que te cambie este billete, y me vas a ayudar a llegar a mi casa’. Me agarré de él y me vine brincando. Para eso, le estaba yo maquilando cuarenta pares de costura a un cliente. Le digo, ‘sabe qué, don Mario, no voy a poder seguir maquilándole. Si gusta venir mañana… estoy terrible. Mi rodilla me duele horrible. No voy a poder pararme en esa máquina’. Porque con esa máquina se trabaja parado. 

Pero las autoridades no siempre ven los beneficios de las bicicletas. Hace varios años, el presidente municipal dio órdenes a la policía de que se cortaran los candados de cuanta bicicleta había en la calle y se las llevaran.

Al otro día, mi hijo William me dice: ‘Papá te voy a llevar a que te hagan un ultrasonido’. Me llevó y salió en el ultrasonido que sí era fractura de menisco. Me hicieron el tratamiento en el Seguro, y tardó como seis meses para que yo llegara a la cirugía. Para eso, mi esposa se estaba recuperando de su cirugía a corazón abierto. Tenía una fisura dentro del corazón y la tuvieron que abrir para ponerle un pláster o no sé cómo se llama eso. Es una palabra técnica que usan los médicos. Fue un momento muy terrible que se pasó ella. Y para eso, yo andaba haciendo todos los trámites con mi rodilla lastimada. Tenía que llevar su incapacidad a donde trabajaba, y en la bicicleta me iba, con la muleta amarrada a un lado. Inclusive mi hijo, que es médico, me decía: ‘no papá, te voy a dar dinero para que te vayas en un taxi o en un camión’. Pero yo lo que menos podía era trepar en el camión. Me dolía. Me era más fácil andar en la bicicleta que treparme en un vehículo. Me bajaba y agarraba yo mi muleta y me iba yo con el malestar que tenía.

Y cuando me ocurrió ese accidente de la fractura del menisco y el malestar tan fuerte, no fui a ver a mi esposa al hospital. Me pasó el viernes. El sábado se dio cuenta que no fui, porque la pasaron muy rápido a piso, y preguntó por mí. Y yo le digo a mis hijos que para eso le había pedido a mis hermanitos esa misma noche del viernes que me hicieran unas muletas. Ellos son carpinteros, y me acuerdo les dije: ‘saben qué, háganme un par de muletas, no le digan a nadie, no es ni un problema, nada más que necesito un par de muletas’. Me hicieron las muletas y el sábado en la noche me las trajeron. Por eso hasta el domingo, a la hora de visita, fui a ver a mi esposa. Ya estando allá con mis muletas, me senté y le digo: ‘me lastimé las rodillas, no te apures, no tengo nada. Ya viste que cuando te iban a operar me dolían las rodillas… pues me duelen más, es todo’. Son momentos… pues un poco difíciles, Alex.

 
Esa bicicleta que está fotografiando es una Falter. Es de fabricación alemana.

Pero las autoridades no siempre ven los beneficios de las bicicletas. Hace varios años, el presidente municipal dio órdenes a la policía de que se cortaran los candados de cuanta bicicleta había en la calle y se las llevaran. El alcalde era Fuentes Alcocer. Y era una cosa terrible, ¡una persecución de bicicletas! Supe de mucha gente que le llevaron su bicicleta en una forma muy arbitraria, y después lo negaban. Eso era un robo. Inclusive en la actualidad, a veces andan cortando, pero cuando él, era un desastre. Inclusive si venía un cliente y paraba su bicicleta acá afuera, y venía la policía: ‘¡quite eso de allá!’ Una chocantés que era eso.

Yo protesté. Por mi cuenta hice un escrito y se lo fui a entregar al alcalde el día que iba a inaugurar la bici-ruta de los domingos. Porque esa bici-ruta yo creo que se hizo sólo para disfrazar la persecución. Se me ocurrió la idea como el miércoles o el jueves, y el viernes en la tarde que terminé de trabajar salí a la calle, pasé a las casas, pasé a las tiendas, pidiendo que si me podían firmar la carta. Y se las daba para leer y la leían y la firmaban. El domingo en la mañana, ya tenía yo como 120 firmas recabadas, y en la misma bici-ruta logré recabar más firmas. No la tengo a la mano, pero estaba muy bien escrita. Salió en el periódico. Fue en agosto del 2006, unos años antes de que Ulises y Everardo empezaran con Cicloturixes.

Ese domingo terminé de recabar firmas y ya estaban ahí las autoridades municipales. Era como a las ocho de la mañana la inauguración, en el parque de la Ermita. Y yo le llevé la carta en ese momento al alcade. Así que me acerqué y se lo di en las manos. Y él déspotamente me dice: 

—Oye, papito, no es hora que yo te atienda.

Y una dama que estaba detrás de él, no sé si era una del cabildo o no sé, me dice: 

—¿Qué es lo que le estás dando al señor alcalde? 

—¿Lo puede usted recibir? —le dije.

—Sí —me dice, y se lo entregué a ella, con las firmas recabadas. 

En ese momento me toca en el hombro alguien y me pregunta: 

—¿Qué es lo que le dio al alcalde que no quiso recibir? 

—¿Quién es usted? —le digo. 

—Soy del periódico Por Esto. 

—Ah, bueno, pues aquí tiene usted una copia.  

Y pues salió en el periódico. Y de allá me nació la idea de llevarlo a otros periódicos, pero no lo publicaron. Sin embargo, sí hizo escándalo, porque un reportero de una estación de radio, José Luis Preciado, que es muy conocido acá, me hizo una entrevista.

 

Esa bicicleta que está fotografiando es una Falter. Es de fabricación alemana. Ahí tiene su logotipo, mire: dice “Falter”. Es de los cuarenta. Falter quiere decir mariposa en alemán. Pero tengo otra allá atrás que se llevó el primer lugar en el concurso de bicicletas antiguas, aquí en Mérida. Es una Rabeneick. Mira, aquí está esta nota que sacaron en el periódico: “Es un tesoro sobre ruedas. Un alemana Rabeneick de 1952, propiedad de Gerónimo Borges Zapata, gana concurso ‘La bici antigua’ en el marco del segundo aniversario de la Bici-ruta. 18 de agosto de 2008.”

Este concurso de bicicletas antiguas estuvo curioso cómo sucedió. Lo anunciaron como por espacio de un mes. Y el último día, el último viernes en la noche, fui al patio y saqué la bicicleta. La tenía debajo de un tingladito que está allá, de una lámina. La saqué y estaba bien empolvada. La desarmé, la limpié y toda la cosa. Llegó mi esposa de su trabajo y dice: 

—Oye, ¿qué estás haciendo en el patio?

—Estoy limpiando la bicicleta —le digo—, la voy a llevar a un concurso. 

—¡Vas a llevar esa porquería a un concurso!

—Pues esa porquería, así como la ves, va a ganar un segundo o tercer lugar de perdido. 

Fotografía: Por Esto, 18 de agosto de 2008

Y ganó el primero. ¿Por qué ganó el primero? Porque nadie llevó factura. Lo que tengo en la mano ahí en esa foto es la factura de la bicicleta. Ni la señora que vociferaba que su bicicleta tenía cien años, pudo ganar, porque no tenía manera de comprobar. Y porque no tenía cien años su bicicleta. Era una Panther, alemana también. Muy bonita. Y ella: ‘¡Era de mi abuelo, tiene cien años!’ Y le digo: ‘¿Sabe qué? Esa bicicleta no tiene cien años’. Yo conozco una Panther que sí tendría los cien años en la actualidad, y tiene ciertas características, pero esa no. Y otra cosa: estaba modificada: la rueda delantera tenía un dinamo en el centro, en rayado, que es de fabricación inglesa.

Pero el problema aquí en Mérida son las trabas que ponen las autoridades. No sé por qué no le dan el auge que debe tener. Ya ves Everardo, que va a las juntas, y va a esto, y les explica la importancia… y todo se queda en proyectos. O bien las autoridades hacen y deshacen: ponen ciclovías que en el momento sirven y luego ya no son ciclovías, los que la ocupan son vehículos, luego los domingos se ponen las personas que venden sus cochinadas, tienen puestas sus mesas y no puedes pasar, tienes que salir a la calle a pedalear.

Sí, somos seres humanos todos, pero yo veo que el que anda en un vehículo automotor, se convierte en otra cosa, como que se vuelve más agresivo

Otra cosa que tienen nuestras autoridades es que ahora algunos del Cabildo quieren emplacar bicicletas de nuevo. Antes estaban emplacadas. Y no sólo la placa, sino que tenías que tener tarjeta de circulación. Voy a ver dónde busco una tarjeta de circulación y te mando una foto. Si no tenías esa tarjeta, si no tenías placa, te quitaban la bicicleta, la policía. Era un rollo. Eso fue así hasta el 90. Me acuerdo del año por algo que me pasó. Un día equis sonó el teléfono, como a las doce de la noche. Era mi suegra, que en paz descanse. Estaba llegando de viaje. ‘Estoy en la terminal, ¿me pueden venir a buscar?’. Le digo a mi esposa: ‘vamos a buscarla’. Porque ella tiene su bicicleta, de hace como doce años, ahí, bien colgadita. Una Windsor de roda 26. Se la compré nuevecita; tengo inclusive la factura. ‘Tengo flojera de salir en la bicicleta, llévame en la parrilla’, me dice. Causalmente saqué la Rabeneick. Salimos; ella iba comiendo una manzana. Llegamos aquí a la esquina de la 56 (la esquina de la berenjena, como le llaman). Yo tenía alto, y como eran las doce de la noche, no había nada, ni un vehículo circulando. Pedaleé para pasar la calle y al momento veo la patrulla que estaba doblando. Le digo a mi esposa:

—Ahorita vas a ver qué van a hacer estos: me van a parar.

—¿Cómo?

—Sí, me van a parar —le digo. 

Llegando a la otra esquina del Monte de Piedad, llega la patrulla y pum, me cierra el paso. 

—¡Oye, te pasaste el alto! —Me dice. —Y además estás llevando a otra persona.

—Sí, es cierto que estoy llevando a otra persona; sí es cierto que estoy fuera de la ley. No te estoy diciendo lo contrario. Que me pongan mi multa y lo voy a pagar. 

—Pero tu placa está vencida. 

—Sí, esta vencida mi placa, es de 1990, pero yo soy uno de los primeros que voy a sacar la placa cuando sale publicado. Que me digan cuándo salió publicado en el periódico que ya salieron placas. ¿Ya salió publicado? 

—No, pero están andando entre dos.

—Sí es cierto, estoy andando entre dos, pero mi bicicleta esta registrada en la policía, ve mi número de placa y mi número de cuadro en mi bicicleta. Ponme la multa y lo voy a pagar. 

—No, nos la vamos a llevar.

—¿Y por qué te la vas a llevar? Es un secuestro lo que quieres hacer.

—¡Pues lárguese, entonces! —me dijo, y se trepó en la patrulla y se fueron.

 
...ahora algunos del Cabildo quieren emplacar bicicletas de nuevo

Y también los camiones urbanos son muy difíciles. Yo creo que esos son los más terribles, sí. Y las combis de servicio público. A mí me molesta el hecho de que estés entre dos urbanos y el que está detrás de ti te está brum, brum, brum, brum, brum. ¡Pues qué tonterías está haciendo éste! Si me hago a un lado de todas maneras se va a quedar atrás del que sigue, no va a poder avanzar nada. Después te echan el pitazo: braaammm, con el claxon. 

En una ocasión, uno de esos que van a los pueblos me toca el claxon. Y lo volteo a ver como diciéndole qué te pasa, y me mentó la madre: ‘¿no te gustó?’, me dice. Cosas así como que son injustas. Sí, somos seres humanos todos, pero yo veo que el que anda en un vehículo automotor, se convierte en otra cosa, como que se vuelve más agresivo, más no sé cómo. Te quiere poner de menos porque estás llevando un vehículo que para algunos no tiene ni valor.

Pero a mí no me da miedo andar en la bici. Yo siento que manejo bastante bien. Eso sí, la gente me pregunta. Ya van dos ocasiones que vienen unos clientes, grandes, como de mi edad o poquito más, no sé. Y se sientan allá donde está usted. Y siempre la bicicleta amarilla la tengo acá, la que llevé ayer a la rodada. Y la están viendo mientras estoy costurando, y me dicen: 

—Oiga, ¿le puedo hacer una pregunta? 

—¿Qué será?

—¿Usted maneja esa cosa?

—¡Esa cosa es una bicicleta!

—¿Pero usted la maneja? 

—Sí.

—¿Y no le da miedo?

—¡Pues no, no me da miedo! Es que es una bicicleta de carrera, por eso mismo la manejo, porque es muy suave, muy cómoda para andar, no cansa nada.

 

Yo creo que la bicicleta te hace tener un buen carácter. Sientes una convivencia, siempre. Inclusive tú, andar en solitario, se siente uno libre. La bicicleta te da eso.

Pero a mí también me gusta el elemento de la convivencia, de ver otras gentes, de las conversaciones con otras personas que se dan cuando andas en bicicleta. Por eso me gusta ir a las rodadas de Cicloturixes, por la convivencia con los demás compañeros, porque conoces gente.  Como ayer, que nos conocimos nosotros en la rodada, y es un gusto, Alex, que estemos conversando ahora. Ese es un colectivo en el que se juntan varios tipos de ciclistas: hay unos que son de ruta, otros que compiten, y ellos tienen sus grupos aparte, porque ahí en Cicloturixes es nada más por la convivencia en bici. Yo soy Ministro Extraordinario de la Comunión. Llevo la Comunión a los enfermos que no pueden ir a la iglesia, y  anoche me tocaba pero lo hice temprano porque no me quería perder la rodada de nueve años de Cicloturixes ni toda la convivencia que hubo.

Yo creo que la bicicleta te hace tener un buen carácter. Sientes una convivencia, siempre. Inclusive tú, andar en solitario, se siente uno libre. La bicicleta te da eso. Yo nunca me preocupé por manejar. No sentí la necesidad. Inclusive una vez, un cuñado mío me dice ‘vamos a comprar un carro, yo doy la mitad y tú la mitad’. Y compramos el carro entre los dos, pero él lo manejaba. Y luego no sé qué pasó, ni siquiera sé qué hizo con el carro. Y un día mi esposa me dice ‘oye, pero eso es de nosotros’. Sí, le digo, pero ya pasó. Él vendió el carro, lo puso a su nombre, no sé, ni me preocupé de ello. Yo nunca me preocupé por los carros, y como mi trabajo siempre ha sido acá en el centro, pues acá no se necesita más. Con la bicicleta basta. 

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Colaboradores

Entrevista y redacción: Alejandro Zamora

Revisión: María Ávila

Fotografía: Alejandro Zamora
Traducción: Hannah Wilson

Tijuana

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