Narrativas comunitarias
de ciclismo urbano en México

Germán Farfán Hernández

Una patada en el sistema

Y pues nosotros la verdad no sabemos; nunca pensamos que fuera a pasar todo eso solamente por usar la bici y por ser más sencillos.

Café Rosa, Colonia Escandón. Ciudad de México.​ 15 de febrero, 2020. El Café Rosa es un pequeño negocio familiar en la calle Comercio, frente al Jardín Morelos de la Colonia Escandón, Ciudad de México. Ahí sirven un excelente café de Oaxaca, de donde es la madre de la familia propietaria. Llama la atención, frente al par de mesitas sobre la banqueta, una maraña de bicicletas encadenadas a un poste. Entre ellas hay una verde de ruta, de las de acero, con un guacal de plástico en la parrilla. Tras muchos años de recorridos urbanos, mantiene una apostura sin pretensiones y se le nota la austera dignidad de lo que se hacía para durar más que las modas, más que las innovaciones tecnológicas, incluso más que sus múltiples dueños. Es la bici de Germán Farfán Hernández, el hijo menor, que atendía el café junto con su madre durante la entrevista.

GERMÁN: Yo nací aquí en la Ciudad, pero mi madre es de Oaxaca y mi padre de Veracruz. Tengo la costa por los dos lados. Trabajo con mi madre aquí en el Café o con mi padre en la producción de fotografía. Siempre acompañaba a mi padre como asistente desde muy pequeño, y nunca me ha pasado por la mente decir soy fotógrafo, pero sí trabajo de eso cuando hay oportunidad. También trabajo de cocinero cuando voy a Puerto Escondido. Eso es a lo que me dedico. Tengo veintiocho años, pero la bici la comencé a usar desde niño. En la colonia siempre andábamos en bici. Me acuerdo que era lo que hacíamos. Eso y jugar futbol. Como vivíamos ahí en Barranca del Muerto, por Centenario y Cinco de Mayo, no había tanto tráfico, pero eso cambió cuando construyeron los puentes vehiculares para llegar en coche a Santa Fe, los segundos pisos. Antes no había ni un solo coche, entonces ahí andábamos siempre en bici. Hasta la fiesta de la iglesia del barrio era una carrera en bici, cada año. Pero construyeron los segundos pisos y ya eso se acabó también.

LA MADRE: Ésa es la Colonia Merced Gómez, a un lado de la Liga Maya y la Liga Olmeca. De ahí somos nosotros. Y esa carrera era parte de una fiesta de la iglesia del barrio que se hacía cada año en el mes de septiembre. Ahí hay fiestas populares anuales. La colonia conserva varias tradiciones mexicanas. Es bonito. Y en esas competencias de ciclismo que hacían anteriormente participaban todos, desde los panaderos, los comerciantes, los vecinos. Y también mis hijos llegaron a participar.

GERMÁN: Ajá. La carrera no era de ciclismo profesional, era del barrio. Y después ya con los puentes de Santa Fe no dejaban que fuera de bicis y se hacía corriendo, y ahora ya no se hace nada porque la colonia se llenó de tráfico.

LA MADRE: De hecho yo también en mi infancia usaba mucho la bicicleta con mi hermano, pero a mi madre le preocupaba mucho porque hay una estación de Pemex, y también había pipas de Pemex, y muchos camiones de refresqueras, y los trailers de Bimbo, de Coca. Pero de todos modos se podía andar un poco.

Germán: Y así fue que empecé a usar la bici hasta para ir a la escuela.  Me acuerdo que hubo una época en la que mi hermano entró a la prepa, y como yo soy el menor, entonces era como querer imitar mucho lo que hacía el mayor. Y se puso de moda entre ellos la onda de traer el coche del papá y todo eso, y nos olvidamos de la bici. Bueno yo no traía el coche de mi papá, era mi hermano. Pero yo más bien regresé al ciclismo porque tenía ganas de competir. Yo siempre estuve muy activo en el deporte. De niño nadé en un equipo olímpico, y siempre quería estar así como en el tope. Así que me hice de una bici sencilla. Es la verde que está ahí afuera. De hecho, es una bici de ruta que un chavo se cayó de ella, se le cayeron los dientes, y me la vendió a mí en quinientos pesos. Y así empecé a andar en bici bien y a competir. De Barranca del Muerto a aquí al Café es como kilómetro y medio o dos kilómetros, no es mucho. Pero cuando competía, subía diario de Barranca a Desierto de los Leones, bajaba por Constituyentes, y ya llegaba aquí para trabajar. Y una vez que me estaba preparando para un selectivo, lo hacía dos veces: llegaba aquí y otra vez. Por eso ya se me hace de lo más fácil moverme en la bici. Pero también se me hace muy cómodo andar a todas partes porque me ahorra dinero, me da tiempo de hacer muchas cosas, y físicamente me mantiene bien. No sé, me gusta la sensación: me siento despierto, activo.

Sí, sí es como una identidad porque todos me ubican por andar en bici. Tengo primos que siguen en la misma onda del coche y de soy el galán en el coche, pero como yo voy al gimnasio y siempre ando en la bicicleta y me alimento bien… me da pena decirlo pero sí, luego luego se ve la diferencia, y también se ve con las chicas que sales, y que sí dices ah caray, si no tengo necesidad de andarme luciendo en un coche. Y también encuentro otro tipo de chicas, para mi buena suerte. Son chicas más sencillas. A mí lo del coche siempre se me hizo mucha presunción. Me caía muy mal toda esa actitud cuando estaba con mi hermano y sus amigos, como que me daba flojera su tipo de ambiente. Yo en cambio conocí más chicas arriba de la bicicleta que andando en bares y en fiestas. Y más bonitas y todo. Porque luego voy a una fiesta que te invitan, ¿no?, y pues sí conoces chicas, pero igual dices ¡chale, yo qué hago aquí! Prefiero estar arriba de la bici conociendo a una chica que se parezca más a mí, en identidad y todo… Sí, todo tiene que ver.

Yo en cambio conocí más chicas arriba de la bicicleta que andando en bares y en fiestas. Y más bonitas y todo. Porque luego voy a una fiesta que te invitan, ¿no?, y pues sí conoces chicas, pero igual dices ¡chale, yo qué hago aquí!

Yo tengo familia allá en Oaxaca, en Puerto Escondido, y luego también me voy para allá, y allá también me muevo en bici. Bicicleta y surf, es todo. Y también me sorprende la vida que llevo allá, que es muy sencilla. Y allá conocí a una chica suiza. Ahorita está en Tulum y me voy a ir a verla allá. Y es como chistoso en mi familia porque por todo eso me ven como… bueno, yo no lo veo así como que me siento como un héroe, ¿no?, o como el ídolo, nomás porque ando en bici, pero pues imagínate, tengo un primo que es mi vecino y va a trabajar a Barranca del Muerto en camioneta. ¡Son sólo unas calles! Y bueno, no es totalmente mi novia, pero ya se supo lo de la chica de Suiza, y eso vino a patearles todo su sistema. Y pues te digo que yo no lo veo así, porque el ambiente allá en Oaxaca es más hippie, más de surf, de bici; allá no es como que ver a las suizas superiores, es igual de bonita una chica costeña que una chica suiza. Pero aquí mis primos tienen ese complejo de que nada más porque la ven güera: ‘¡ah, cabrón, y es suiza!’, y también de que si no traes coche no eres nadie, ni te ven las mujeres. Pero sí, digo, yo no sé si fue suerte con la chica o qué pasó, pero sí… andar en bici yo creo que fue lo que…

Y de hecho también me da risa porque otro primo, este Picachú, el que me enseña a surfear allá en Puerto, viene acá a la Ciudad y también se mueve en pura bicicleta. Pero él, su novia es de Francia, y él sí es totalmente, pues con todo el respeto… yo soy de Oaxaca, mi familia es de Oaxaca… y él también es un oaxaquito, ¿no?, con su pelo quemado. Y él anda en bici también, y me da risa porque él pateó todavía más el sistema que yo porque su novia es diseñadora de modas allá en Francia, entonces ahora sí que toda la familia está como que qué onda con nosotros dos, así como que sorprendidos todos, y pues nosotros la verdad no sabemos; nunca pensamos que fuera a pasar todo eso solamente por usar la bici y por ser más sencillos.

Cambia mucho el carácter, el estrés, todo te cambia. Por eso digo que la bici es como una patada en el sistema.

Porque luego también mis primos me dicen: es que tú eres millonario porque te vas a Puerto Escondido. Y yo no, pero pues yo no le pongo gasolina al coche, ni pago tenencia, ni nada. Y sí, ya muchos están cambiando, porque la familia de mis primos era la clásica familia con cinco coches y mucha presunción. Porque sobre todo ese es el problema de México. Yo lo veo mucho de que el coche se usa nada más por presumir, y eso provoca problemas tan grandes: en el medio ambiente, en la economía, en todo. Cambia mucho el carácter, el estrés, todo te cambia. Por eso digo que la bici es como una patada en el sistema.

¿Dejar la bici? No. Ya una vez la dejé, y no. Por mi hermano, por querer imitar a mi hermano mayor. Pero ya ahora es al revés. Antes llegábamos aquí al café y él traía un Sentra, y yo llegaba en la bici, abría, desayunaba, y el todavía seguía por ahí esperando lugar para estacionarse. Pero ya se deshizo del coche y ahora trae también una bici. Como que también se dio cuenta. Porque incluso… pues suena un poco vanidoso pero yo iba al gimnasio y estaba… pues más llenito, pero empecé a usar la bici y me empecé a marcar más y también mi hermano empezó a hacer la misma de llegar rápido al gimnasio en la bici, es más fácil ir, y pues te da hasta mejor físico.

También mi padre. Él tiene un taxi, pero va, lo trabaja, lo guarda, y ya se viene en la bici a estar acá en el café con nosotros, y así descansa, se desestresa. Y ahora mira: ahí afuera está la bici de mi madre, la de mi hermana, hasta la de nuestra compañera de trabajo, que antes usaba transporte público y ya se compró su bicicleta. ¿Ves? Yo cuando la vi dije ah, órale, qué padre.

LA MADRE: Él ha sido el ejemplo de amigos, de familia, de todo.

GERMÁN: Sí, sí cambia mucho todo. Yo lo veo aquí en el café, por ejemplo. Aquí me toca interactuar con mucha gente, y sí me doy cuenta de la diferencia: desde la gente que ni se baja, nomás nos pita para que le llevemos el café a la camioneta, y la gente que se viene en bici a tomar su café: más amable, más tranquila, pide taza… Sí, la gente que viene en bici hace una diferencia muy grande cuando trabajas aquí. Y luego yo lo veo aquí, con todo respeto, pero el que viene en la camioneta más cara es el que pide el café más económico, no deja propina, está medio enojado. Y el que viene en la bici ni pregunta cuánto cuesta, nomás pide y deja propina. Te vas dando cuenta de que los que trabajan y les gusta moverse en bici son otras personas.

Sí, la bicicleta me ayuda a socializar demasiado. Hasta incluso una vez yo iba con mi amigo Édgar, el que viste que acaba de salir ahorita… él ya es profesional y se va a ir a un buen equipo en Francia. Viene diario aquí. Si quieres entrevistarlo un día le digo… Sí, él es mecánico de coches, pero anda siempre en bici, y ya se ha ido a competir a España y a muchos lugares con equipos de allá. Pues iba con él subiendo al Desierto de los Leones, y me dio risa porque iban saliendo unas niñas del CUAM. Ellas iban en su coche y nosotros en bici, y me dio risa porque nos saludaron, las saludamos y ya, se fueron. Pero resulta que ellas se iban de pinta al Desierto, y al llegar allá arriba las encontramos, y todos nos reímos, y pues ya las conocimos y todo.

Y no nada más chicas, también he hecho amigos arriba de la bicicleta. Y es padre porque hasta la fecha los veo. Aunque también es chistoso porque yo tenía diecisiete o dieciocho años y ellos eran personas de cincuenta y ocho o sesenta años. Y sí, me acuerdo que hasta iba a comer con ellos. Y los conocí así en la ruta, porque era una época en la que era muy bueno, y se me acercaban algunos. Y estos eran muy chistosos y hacían bromas. Entonces yo ya no buscaba tanto competir sino nada más divertirme, y por eso me juntaba con ellos. Porque también es estresante pensar: competir, competir, ganar, ganar. Y también es estresante porque son bicis caras, llantas caras, todo caro. Y no, la economía no está para eso. Entonces había veces en que nada más querías practicar ciclismo de la forma más sencilla, y divertirte y ya. Y me gustaba esto de estos señores. Uno es abogado, el otro es doctor, y me llevaba bien con ellos. Hasta a mi mamá le daba risa porque venía aquí al café con ellos, y pues eran señores ya grandes. Todavía hasta la fecha, ya casi no tengo tiempo de salir a rodar, pero cuando salgo a rodar voy con ellos.

 

También tengo una amiga que su marido es piloto y siempre llegaba en bici al aeropuerto. Yo me quedé sorprendido cuando supe porque creo que vivían por el Estadio Azteca, y desde ahí se iba hasta el aeropuerto, dejaba la bici y agarraba el avión. Eran vuelos internacionales, entonces salía del país, regresaba y otra vez agarraba su bici y se regresaba a su casa. Atravesaba el mundo todo el tiempo pero nunca tocaba un solo coche. Y yo me sorprendí, y dije ah, mira. A él nunca lo conocí, pero ella salía a rodar conmigo, y me platicaba.

 

Por lo general en la ciudad ando muy tranquilo, por si se te cruza una persona o un coche. Algo que se me quedó muy grabado es que cuando estaba lo de Ayotzinapa, al principio, había muchas manifestaciones, y todavía no había el carril ciclista de aquí de Patriotismo. Entonces, un día estaba un tráfico impresionante por una marcha, y yo venía aquí al Café, en mi bici verde, que luego luego se ve que es muy sencilla. Entonces se me quedó muy grabado que iba un chavo en su coche con su novia, y les pasé cerquita del coche pero sin rozarlos ni nada, y no sé si era su estrés por la marcha o qué, pero me gritó: ‘¡hazte a un lado, pinche ciclista jodido!’. Y yo me quedé así de órale. Y claro que entiendo que no usan la bici por cuestión de estatus, así que dije ah bueno, va, y me seguí.

Yo aprendí a andar en bici con mi padre. Clásico. No recuerdo bien el momento. Sólo recuerdo que tenía una bici blanca con rueditas.

LA MADRE: Tuvo carrito de bebé, triciclo y luego bici de rueditas. Con su papá lo subíamos y le decíamos cómo. Primero era con las rueditas, pero se las quitamos rápido porque aprendió bien rápido. Pero empezó con su triciclo Apache, mexicano. Mi esposo le quería comprar un triciclo y le dije: mira, cómprale Apache, algo muy mexicano. Para que aprendieran mejor los llevábamos al estacionamiento de la UNAM. Ya ves que los domingos cierran. Y es un clásico, llevar a tus hijos a la UNAM a andar en bicicleta. Es un clásico del día de Reyes, también.

Yo no tuve bici porque la economía de nosotros era… yo se lo digo siempre a mis hijos… era una economía muy extrema, pero entonces, hasta la fecha, el señor de toda la vida que arregla las bicis ahí en el barrio, el señor Barrera, él es el que alquilaba las bicis. Entonces, con lo poquito que yo tenía de dinero, iba a alquilar la bici al taller de Barrera. Hasta la fecha hoy lo veo con mucho cariño, porque luego nos pasábamos del tiempo, pero él ya agarraba y nos la dejaba a mí y a mi hermano todo el día. Yo le rentaba esa clásica Vagabundo. Sí, ese barrio era muy de bicicletas.

GERMÁN: Sí, hasta había la carrera de la iglesia que te digo. De hecho yo le dije a mi amigo, el que ya se va para un buen equipo en Francia, le dije: si un día te haces famoso o agarras poder, deberías decir que se hiciera de nuevo esa competencia. Porque hasta los italianos profesionales lo dicen, que el ciclismo le pertenece al panadero, al lechero, a todos ellos. De hecho una vez vi en Pintrest una foto muy padre en la que aparece Mario Cipollini, que es como el sex symbol del ciclismo italiano, de la época en que no usaban casco y andaban bien peinados y todo, tomando una taza de espresso, y al lado pusieron una foto de los ciclistas de ahora con sus bicis de fibra de carbón, sus licras y todo, y sí se veían más cabrones aquellos que los de ahora.

 

De hecho, yo una vez venía de entrenar del Ajusco, y vi que iba bajando uno de los clásicos que venden tacos de canasta en sus bicis. De pronto ya llegué acá por Insurgentes, y que lo veo también al señor con su cajota de tacos y todo, y dije ah caray, uno quejándose y ellos pedaleando con su negocio de tacos en una de esas bicis sin velocidades ni nada. Pero ahora ya se puso de moda la era de la fibra de carbón. Yo tengo una bici de fibra de carbón y una bici sencilla que me costó quinientos pesos. Y de hecho la de fibra de carbón está guardada, casi no la uso. No hay necesidad de estar presumiendo. Uso nada más la de acero, la verde, y lo que me gustaba es que yo con esa ganaba carreras, con la de acero. Es la que uso para ir a todas partes, y para venir aquí al Café.

 

Este café mi madre lo empezó ya para dejar de ser ama de casa. Empezó vendiendo jugos. Le trajimos la máquina, y así fue un tiempo hasta que ya poco a poco fue metiendo otras cosas, y ahora toda la familia ayuda. Como ya ha crecido, le tenemos que ayudar porque el trabajo es muy pesado: en la mañana, en las tardes; si no estás cocinando hay que estar lavando; si no, hay que estar atendiendo, cuidando siempre… Pero sí, es muy pesado. Ya tiene como ocho años el Café.

Sí, la bici es una gran diferencia. Te regresa como a ese lado natural y un poco como salvaje que ya se estaba perdiendo en la humanidad. Es más padre. Por lo menos te quita eso de que el dinero lo es todo.

Me da risa lo que pasaba aquí en el Café porque muchos me hacían menos por andar en bici, y yo pues nunca pasó por mi mente el competir con la gente, ¿no? Pero igual era como… pues tú eres menos, ¿no?, porque llegas en bicicleta. Pero ya cuando empiezan a ver que tu amigo se va a Italia, a Francia, y no tiene ni un solo coche, que anda siempre en bici, y los amigos que tienes —el doctor, el abogado—, que te sobra más dinero para comer mejor, para andar por otros lados, las personas que conoces, pues se empiezan a dar cuenta de que sí, la bici es una gran diferencia. Te regresa como a ese lado natural y un poco como salvaje que ya se estaba perdiendo en la humanidad. Es más padre. Por lo menos te quita eso de que el dinero lo es todo. Te borra eso. Sí, porque luego dices: ¡ah, nada más tengo cincuenta pesos! Pero no, porque con cincuenta pesos en la bici vas a cualquier lado, con una amiga, con un amigo, y te compras un helado o un café, y además de todo paseas.


Más que una moda o un deporte, yo siento que la bici es parte de mí. Ya no me imagino la vida de otra manera.

LA MADRE: Sí, él inspira muchas cosas, Germán.

Compartir en facebook
Compartir en twitter

   Compartir esta historia

Colaboradores

Entrevista: Alejandro Zamora

Revisión: María Ávila

Fotografía: Itzel Ávila

Tijuana

Jud Limones

Una muy bella desobediencia

El veganismo abrió mi mente y me conectó a muchas personas muy bonitas. Junto con la bicicleta, es lo mejor que me ha pasado, porque me llevó a conocer más personas, me llevó a conocer más lugares, me llevó a vivir lejos.

Leer más »