Pascal Rastoul
Choques culturales
Pero luego está la banda, digamos, de la gente que anda en bici de manera más cotidiana, y con ellos se me hace más fácil la amistad. Yo creo que llevamos la misma visión de la vida, que tenemos puntos en común, con más conciencia ecológica, más conciencia social.
Oaxaca de Juárez, Oax. 13 de julio de 2019. El local de Vixi Escuela está frente a un pequeño parque baldosado, entre el libramiento de Oaxaca y el canal de aguas grises, frente a una gasolinera de Pemex, en la colonia Reforma. Vixi quiere decir “dulce” en mixteco. Cualquiera diría que este colectivo lo que hace es enseñar a andar en bici a las niñas y a los niños de Oaxaca. Pero en realidad, el conjunto de sus actividades son un verdadero taller de ciudadanía en el sentido más amplio: un taller para aprender a ser y a estar entre los demás con una visión de género, de medio ambiente, de movilidad sustentable y de inclusividad, y la bici es el instrumento fundamental de esta pedagogía ciudadana. Eso sí, sus integrantes, ante todo, se disculpan con la sociedad: en la entrada del local, tras la madeja de bicicletas donadas que el colectivo repara para dar sus talleres, se ve un cartel que dice: “Disculpe las molestias, estamos mejorando el mundo”. Bajo el sol inclemente de este sábado de julio, conversamos con varios miembros del colectivo, entre ellos Pascal.
Yo nací en el Suroeste de Francia, en Soreze, un pueblito a una hora de Toulouse. Llevo seis años en Oaxaca, más cuatro años antes en el DF: diez años en total en México. Vine de casualidad. En Francia tenía una novia que consiguió un trabajo acá, así que la seguí. Nos quedamos un año y me gustó mucho vivir acá. Entonces, regresando a Francia, busqué trabajo, y ya con la experiencia que tenía, además de un año de haber vivido en Argentina, conseguí un trabajo en la Ciudad de México. Estuve cuatro años allá, pero no soy mucho de ciudades grandes, así que en cuanto pude, me regresé aquí a Oaxaca. Acá hay medio millón de habitantes, pero a mí no se me hace tan grande porque gracias a la bicicleta todo está a quince minutos, y muy rápidamente uno puede salir y estar en las montañas, algo que no era posible en el DF. Allá nunca terminas de salir.
Fueron muchos los choques culturales cuando llegué. ¡Los hubiera anotado! Por ejemplo, me acuerdo… bueno, es un poco tonto, o ahorita lo veo tonto, pero en su momento no entendía por qué la gente no quería darte cambio. Vas a la tienda y no tienen cambio. Ahora ya entendí que el cambio no es tan fácil de conseguir acá porque el banco no les da cambio a los negocios. Y bueno, al principio siempre fue un poco checar los horarios de todo. Sobre todo en el DF, llegar con dos, tres horas de retraso… eso siempre me parecía inexplicable, hasta que a mí me pasó también. Por ejemplo, al tomar el metro: que se para, que no sé qué, y al final, llegas con dos horas de retraso sin darte cuenta, y sí dices ah, ya entiendo por qué. Pero no, no fue difícil adaptarme a México. Soy bastante adaptable.
Soy ingeniero agrónomo. Estudié agricultura, y aquí en Oaxaca hago varias cosas: soy inspector en agricultura orgánica para una empresa alemana que se dedica a hacer certificación orgánica. Me encargo de visitar a los productores para certificarlos. También trabajo para una empresa de Estados Unidos que se enfoca solamente en los que fabrican fertilizantes orgánicos, porque aquí la norma es un poco diferente. En el mundo hay tres normas diferentes: la de Europa, la de Estados Unidos y la de Japón. Son muy parecidas, pero tienen diferencias en el protocolo de cómo se hace la certificación. En México, desde principios del 2019, hay una ley propia, y los productores mexicanos deben cumplir con esa ley, que es muy parecida a la de Estados Unidos, pero tiene algunas cosas más avanzadas.
No me acuerdo exactamente cómo aprendí a andar en bici, pero sí me acuerdo de mi primera bici que me regalaron. Fue una bici de montaña. Aprendí, me imagino, con mi papá, porque él andaba en bicicleta de montaña; le gustaba mucho. Yo nací en el 83, y mi papá nos compró la bici de montaña a mí y a mi hermano en el 89, una época en que era muy nuevo eso de las bicis de montaña, y como nosotros vivíamos al pie de la montaña, pues me imagino que él quería llevarnos allá.
La bici fue muy importante en mi infancia, aunque en su momento no me di cuenta, pero ahorita que lo pienso, sí, fue algo muy importante porque ya a los siete u ocho años me iba en la bici a la escuela, que estaba como a un kilómetro, en el pueblito. Digamos que en Francia, en la mañana, entras a las 9 hasta las 12; luego de 12 a 2 regresas a tu casa a comer, y luego de 2 a 5 regresas a la escuela. Y más que eso, los miércoles en la tarde la teníamos libre, y ahora me doy cuenta de que estaba bien loco porque nuestros papás nos dejaban a mi hermano y a mí para irse a trabajar. Entonces éramos súper libres, hacíamos lo que queríamos. Íbamos al curso de atletismo, pero luego de eso toda la banda de amigos andábamos en bicicleta, recorríamos todo el pueblo, hacíamos nuestras travesuras. Nuestro gran desafío era que en el centro del pueblo había un colegio muy antiguo que ya estaba cerrado. Entonces era entrar en el colegio que estaba todo abandonado y explorarlo y salir sin que los guardias nos vieran. Éramos muchos los que íbamos en bici, pero yo era uno de los más regulares.
La bici fue algo normal en mi vida, algo cotidiano, siempre. Más bien es cuando llegué aquí a México, sobre todo en el DF, que ya me di cuenta de que la bici era todo un tema. Por ejemplo, ir al trabajo en bici, todo mundo era de ¿¡qué!? ¡No, no se puede! Cuando llegué, tuve mucha suerte porque la amiga de una amiga me dijo: mi roomie se va a ir, así que si quieres tú puedes quedarte, y dije ah, ok perfecto. Y ese departamento estaba a veinte minutos de mi trabajo, lo que nunca pasa en el DF. Trabajaba en Coyoacán, justo a una cuadra de la casa de Frida Kahlo, y vivía en Mixcoac con Insurgentes. A pie sí me quedaba como a 40 ó 45 minutos, así que ni lo pensé: la primera cosa que hice fue comprarme una bicicleta para irme al trabajo, y mi roomie, al principio, me decía: ¡no, no se puede, no puedes ir en bicicleta por las calles! Y yo sí, sí, tomando las pequeñas calles… Ah, bueno, pues, con mucho cuidado, ¿no?
Pero ahora que estoy más en el activismo, ahora ya puedo entender que la bici está tan desvalorizada porque la ven como medio de transporte para pobres, y pues ellos en su edificio no querían ver eso.
Luego ocurrieron cosas extrañas, porque había abajo del edificio un estacionamiento para los coches, y yo busqué un lugar para poner la bici, en un pilar que había, y quedé con el guardia de que estaba bien, que no había problemas. Pero los vecinos se juntaron y entre todos me pidieron de quitar la bici del estacionamiento porque se veía feo. Decían: no, ¿por qué no mejor la subes y la pones en tu departamento? Y yo dije no pues están locos, aquí la dejamos y ya, no hay ningún problema. Entonces no les hice caso y ahí la dejé. De momento no lo procesé bien y pensé que al poner la mía, como aparecieron de pronto dos tres bicicletas más, entonces dije ah, a lo mejor es porque piensan que se van a abandonar las bicis ahí. Pero ahora que estoy más en el activismo, ahora ya puedo entender que la bici está tan desvalorizada porque la ven como medio de transporte para pobres, y pues ellos en su edificio no querían ver eso.
Así hubo un proceso en el que me fui dando cuenta lo compleja que era la bici en México, y lo anómalo que andar en bici. Al principio la bici me seguía pareciendo algo normal. Pero ya con la Vixi Escuela y volviéndome un poquito más activista y todo, me di cuenta de que no es tan normal, y que sí trae muchas ventajas, las ventajas que a mí se me hacían naturales. Por eso en México yo siempre preguntaba a la gente, ¿y por qué tú no vas en bici? Por ejemplo, mi roomie, ella estaba bien cerca de su trabajo, y siempre llegaba y se quejaba del tráfico porque se demoraba una hora. Y yo: pues yo te enseño a ir en bici y todo. Pero siempre: no, no, no. Como que la gente siempre cerrada a que no, la bicicleta no puede ser una solución. Y ese fue un gran choque cultural que tuve, de no entender por qué. Y todavía no lo entiendo bien, y siempre estoy buscando cómo reaccionar cuando alguien me dice: no, es que aquí es muy peligroso, no tenemos la cultura. Y yo siempre de no, no está tan peligroso, los coches sí te respetan, y la cultura pues la hacemos todos, ¿no?
La verdad en el DF nunca tuve un problema con los coches. Nunca tuve miedo tampoco, y andaba en avenidas grandes y así. Bueno, un día sí tuve mucho miedo porque me aventé así nomás con el Google Maps, y ya andaba un poquito alejado, y me encontré en una avenida grande donde no había casas ni nada; no había luces, y había unos hoyos así super grandes y yo no traía mis luces, y había un chingo de coches, y era de noche. Y ahí sí dije no, aquí sí me estoy jugando mi vida, ¿no? Así que ya no lo volví a hacer. Eso sí estuvo muy peligroso, esa parte.
Llegando aquí en Oaxaca, estuve en un grupo recreativo de bici de montaña que se llama Nitos, y cada domingo salíamos a ver un pueblo por aquí. De hecho, Jamil empezó en el grupo, luego ella me trajo, y ahí anduvimos con los Nitos. Pero yo aparte me movía mucho en la bici en la ciudad: iba a trabajar al Tule a cada rato, diez kilómetros de ida y diez kilómetros de vuelta, y me encantaba. Y un día nos juntamos con Güichito, con Luis, y más bien ellos ya querían empezar a hacer algo. O sea Luis ya había empezado a hacer sus clases de su lado, y el punto de cambio es que llegó la Federación Francesa de Cicloturismo aquí a hacer un viaje, entonces los ayudé, y Selim me dijo: oye pregúntales, queremos hacer una escuela, a ver si nos pueden ayudar en algo. Y yo ah, ¿a poco quieren hacer una escuela de bici? Sí, sí. Así me enteré de que mis propios amigos tenían el interés. Entonces yo dije pues yo creo que les puedo aportar algo porque en Francia, de niños —eso es algo importante también—, viene la policía a la escuela y te enseñan el reglamento vial, el teórico, y te hacen pasar un examen, y luego uno práctico, donde hacen un circuito de obstáculos, con semáforos y todo, y bien bonita la cosa. Y al mejor de la escuela lo mandan a nivel departamental. Y yo gané en la escuela y llegué al nivel departamental, y ahí gané otra vez, así que llegué al nivel regional. Eso está sobre todo enfocado en la bicicleta, pero también conoces todo lo de los coches porque te enseñan todos los señalamientos, que en Francia hay un montón, pero digamos a mí no se me hacía nada complicado porque… yo creo que por la práctica que ya llevaba. Entonces te enseñan una imagen y te preguntan: ¿aquí quién tiene la prioridad?, ¿no?, por tal letrero, por la pinta en el suelo, etcétera. Y yo ya lo tenía bastante asimilado en esa época, y por eso llegué a ese nivel. Entonces les dije pues yo hice eso de niño, si quieren podemos hacer lo mismo aquí y vamos a las escuelas. Así empezó entonces el proyecto de Vixi Escuela. Y entonces, cuando ya tienes que enseñar, pues ya tienes que empezar a estudiar tú mismo las cosas, poco a poco, y participar en los congresos también, y sí, me di cuenta de que es algo importante y que realmente puede tener un impacto muy grande sobre la ciudad y toda la población.
Yo creo que todos los amigos que tengo aquí en Oaxaca son a través de la bicicleta. De hecho sí: todas mis amistades fueron a través de la bicicleta
Yo creo que todos los amigos que tengo aquí en Oaxaca son a través de la bicicleta. De hecho sí: todas mis amistades fueron a través de la bicicleta. Y no solo aquí. Igualmente con Jamil nos fuimos a vivir seis meses en Argentina, y para hacer amigos, ¿qué hicimos? Pues buscamos rodadas. La primera cosa que hicimos igual fue buscar bicicletas para poder movernos; luego buscar rodadas, y allí es cuando conocimos gente que andaba en bicicleta. Estuvimos en Mendoza, y en esta ciudad no hay tanta cultura de la bicicleta, pero sí los pocos amigos que hicimos en esos seis meses eran ciclistas. Igual aquí: todos mis amigos que he conocido, la gran gran mayoría, son ciclistas.
Cuando hablamos de bicicletas hablamos de muchas cosas diferentes. Como yo también anduve en competencias, conozco mucha gente que sólo usan su bici para competencias, ¿no? Tienen su bici súper cara así que no la quieren llevar a la ciudad. Ni lo piensan, de hecho. Ellos quieren andar en el cerro, o toman su coche, llegan a la competencia, corren y regresan en coche, ¿no? Pero luego está la banda, digamos, de la gente que anda en bici de manera más cotidiana, y con ellos se me hace más fácil la amistad. Yo creo que llevamos la misma visión de la vida, que tenemos puntos en común, con más conciencia ecológica, más conciencia social, etcétera, a comparación con la gente que hace bicicleta a nivel competitivo.
Lo mejor que he encontrado para motivar a la gente es hacer talleres. Porque siempre la razón es esa del miedo, ¿no? Ay, tengo miedo, etcétera. Y lo que me encanta es llevar a la gente, que me sigan, y verla perder el miedo, ver sus reacciones, de oye, sí se puede, no era para tanto… Pero no siempre es tan fácil: la gente al principio no se deja ir tan fácilmente, así que la verdad todavía busco trucos para motivarla, y siempre espero que me vean en la calle cuando van en sus coches y que al verme digan ah pues hubiera ido en bici, más rápido.
Pero los talleres con los niños me encantan más. Cuando enseñamos a una niña o a un niño siempre estamos con ellos atrás, para acompañarlos un poco. Cuando ya sientes que solita puede andar la niña en la bici, yo voy corriendo al lado de ella y digo siempre las mismas frases: sí, andas bien, ve hacia adelante… hasta que solita se da cuenta de que ya anda sola y ¡ah! Y sí, generalmente en ese justo momento se ponen nerviosas, pero bueno, eso es una gran satisfacción siempre porque los niños están de verdad muy contentos de que pueden aprender.
Si todos rodaran conscientemente, el mundo sería un mundo con menos ruido, como este ruido que estamos escuchando ahora tú y yo, que ni podemos platicar.
Vixi Escuela la fundamos en 2014. Vixi quiere decir “dulce” en mixteco. El lema de la escuela es: “rodando conscientemente hacemos un mundo diferente”. Si todos rodaran conscientemente, el mundo sería un mundo con menos ruido, como este ruido que estamos escuchando ahora tú y yo, que ni podemos platicar. Y sería un mundo con menos contaminación, y más vínculo social. Nosotros pensamos que la bicicleta hace mucho más fuerte el vínculo social. Cuando andas en bici estás mucho más abierto a tu entorno, no estás encerrado como en tu burbuja, y pues eso: quiero creer que la gente pues se comunicaría mejor, entre vecinos, entre todos, ¿no?
A mí personalmente lo que me motiva es decir pues hoy no voy a contaminar. Y ya con eso es una ganancia, es como el encendedor que me hace usar la bicicleta cada día. Y además cuando estoy en la bici pues sí estoy bien contento por los pequeños placeres del ciclista, como rebasar los coches que están en el tráfico, etcétera. A veces voy en la bici ya de regreso y digo: no, pues voy a ir despacio, porque sí tengo que subir bastante para llegar a mi casa y hoy estoy cansado, voy a tomar mi tiempo. Pero no: al final siempre le meto porque pues me gusta, ¿no?, y sí llego a la casa cansado pero contento.
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Colaboradores
Entrevista: Alejandro Zamora
Fotografía: Itzel Ávila