Narrativas comunitarias
de ciclismo urbano en México

Gerónimo Borges

Con la bicicleta basta

Yo creo que la bicicleta te hace tener un buen carácter. Sientes una convivencia, siempre. Inclusive tú, andar en solitario, se siente uno libre.

Gerónimo Borges

Con la bicicleta basta

Mérida, Yuc., 6 de febrero de 2020. Don Gerónimo Borges vive en el Centro de Mérida. Tiene su casa y taller en el primer cuadro de la ciudad, donde repara y costura calzado desde hace más de cuarenta años. También tiene la memoria de un Centro Histórico en el que el trabajo, la vida familiar, el comercio, la movilidad y el ocio eran parte de un ecosistema de convivencias y relaciones orgánicas. En esta conversación, Don Gerónimo se detiene particularmente en la bici, a la que aprecia y defiende con vehemencia como parte fundamental de ese hábitat urbano cada vez más amenazado por prácticas exclusionistas de planeación y desarrollo desconectadas de la gente que tradicionalmente lo ha habitado.

Yo nací en un pueblo que se llama Temax, pero como desde los siete u ocho años me trajeron a Mérida y se puede decir que soy meridano. Mi lugar de vivir es acá en el Centro. Siempre he estado aquí en el primer cuadro de la ciudad, donde tengo mi taller desde hace cuarenta años. Antes maquilaba aquí. Tenía dos máquinas como ésa que ves ahí. Eran dos Landis para calzado, pero vendí una porque llegó un momento en que dejé de maquilar. Antes tenía yo cuatro personas que trabajaban, mientras yo trabajaba la reparación. Era un momento en que hubo mucho movimiento de maquila. Entre sábado y domingo se costuraban más de mil doscientos, mil quinientos pares de zapatos. Era una locura. Todo el día trabajando las máquinas. Pero de repente bajó la maquila y sólo me quedé con la reparación, trabajando solo. Porque sinceramente la reparación no es un negocio en el que puedas tener empleados. Para poder tener empleados hay que cobrar cierta cantidad, y no se paga; acá no se paga el trabajo.

No me acuerdo cuándo aprendí a montar en bici. Sí me acuerdo cuando tenía unos ocho años, me montaban en una bicicleta marca Admira, que es una marca alemana. Era toda cromada la bicicleta; una preciosidad. Y me llevaban a una curtiduría, donde el trabajo se hacía muy artesanal. Todo era manual, y se usaba el chucún, que es la cáscara de un árbol. Como es muy astringente, muy apretante, eso lo remojan en unas piletas y se lo ponen a la piel para que se curta. Entonces me acuerdo que el chucún cuando estaba muy usado y ya no servía, lo tiraban ahí en el piso, y ahí me montaban en la bicicleta. ‘¡Aprenda a montar!’, me decía el dueño de la bicicleta, que era un tío lejano, y me aventaba. Y yo como chamaco ahí iba, pero luego me caía entre las cáscaras del chucún. Por eso me acuerdo. Y no que me lastimara, no: nunca me pasó nada. Pero pasó el tiempo, y como todo ser humano, quise aprender a manejar bien una bicicleta.

Mi lugar de vivir es acá en el Centro

Y después, ya nunca dejé de andar en bici. La primera bicicleta que tuve me la obsequiaron cuando empecé a ir a la prepa. La tengo allá en el patio. La he querido arreglar porque tiene un cuadro Oxford, pero no he tenido tiempo. Me la obsequiaron porque yo vivía en la Cámara de Comercio, y había que tomar dos camiones para ir a la prepa, y cuando eso, tenía que ir dos veces al día. Tenía clases de las siete a las diez de la mañana, y después tenías que regresar de dos a cinco de la tarde. Era una locura. Ahora es mejor porque es tiempo corrido. Antes era tiempo cortado: ibas y regresabas, y era mucha pérdida de tiempo. Y había muchos que se quedaban a vivir en la prepa. Se quedaban allá, metían relajo y todo. Pero a mí la bicicleta me sirvió mucho porque yo me iba a mi casa y regresaba, y con eso llegué a tener un entrenamiento pero bien chévere, y de ahí yo creo me nació el gusto por correr. 

Entonces me compré esa bicicleta que está allá; es una marca Saeta. Me la vendió un señor que creo que le sobraba una. No estaba muy buena que digamos porque estaba fisurado el cuadro. Pero estaba arreglada. Creo que en 1,500 fue que me la vendió. Entonces ya fue que empecé a salir con bicicleta de carreras a entrenar. Y me integré. Se llegó el momento en que ya salía yo a entrenar ochenta, noventa kilómetros cada segundo día. Y llegué a entrar a varias carreras, de 120, 140 kilómetros: Mérida-Uxmal, Mérida-equis lugar. Hubo una vez nada más que gané un segundo lugar. Una vez. Pero fue una locura para mí; una gran satisfacción haber ganado un segundo lugar.

 

...andábamos entre cinco en una bicicleta: mi hijo mayor tendría como tres años, el mediano tendría como año y tanto, mi esposa sentada en la parrilla, y el más chico en la barriga de mi esposa, que estaba embarazada. Los cinco en la Oxford que está allá en el patio. Por eso le tengo un cariño especial a esa bicicleta.

Pero a mí la bicicleta me ha servido para todo. Yo no sé manejar vehículo automotor. La verdad no. Ni moto. Nunca me interesó. Todo el tiempo ha sido bicicleta. Ya inclusive casado, a veces le cuento a la gente, andábamos entre cinco en una bicicleta: mi hijo mayor tendría como tres años, el mediano tendría como año y tanto, mi esposa sentada en la parrilla, y el más chico en la barriga de mi esposa, que estaba embarazada. Los cinco en la Oxford que está allá en el patio. Por eso le tengo un cariño especial a esa bicicleta. Y así, los cinco íbamos a los parques. Mi esposa lo recuerda bien bonito. Íbamos al Parque de las Américas, ahí donde fuimos ayer con usted, llevábamos un pollo rostizado que mi esposa hacía en seco, y allá comíamos los tacos. O íbamos al Centenario, también. Siempre nos movíamos en bicicleta. En ese tiempo no había tanto tráfico como ahora. Estoy hablando de… mire: mi esposa y yo cumplimos cuarenta años de casados el 14 de julio del año pasado. Mis hijos pues ya son mayorcitos. El mayor va a cumplir ya los cuarenta, el otro tiene treinta y tantos y el otro tiene treinta y seis, por ahí más o menos. Así que esto que le digo pues tiene más de treinta años atrás, y no había el tráfico como ahora. Como que teníamos espacio para andar.

Otra razón por la que ando en bicicleta en la actualidad: yo tengo artrosis. Es un desgaste de las rodillas. Y en la bicicleta, sobre todo en la bicicleta tipo deportiva, siento que me ayuda. Y sacando en cuenta, ¿por qué ayuda…? Pues porque caminando hay un choque en las rodillas. En cambio, en la bicicleta, al contrario: hay un estiramiento. Inclusive cuando me bajo, no siento malestar. Caminando sí. Caminando tres, cuatro cuadras, ya siento el malestar. Inclusive me lo dijo el médico. Una vez me hicieron una artroscopía, y en diciembre del año pasado me pusieron tres inyecciones en cada rodilla para aliviar un poco el desgaste, y cuando el médico me dio de alta, me dijo: 

—No corra, no brinque, no trepe escaleras. Y le voy a sugerir algo: si sabe andar en bicicleta, lo que quiera. 

—Voy a hacer el intento, doctor —le dije.

Y vine aquí y le dije a mi esposa: 

—¿Sabes qué? El médico me dio de alta. Me aconsejó que no brinque, que no corra, no trepe escaleras, y me dijo que si sé andar en bicicleta, que lo que yo quiera. 

—¿Y qué le dijiste?

—Pues le dije que voy a hacer el intento. 

—Si supiera el médico que tu limusina ya estaba en la puerta del Seguro esperándote —me dice.

 

Ahora que estamos conversando esto, Alex, me acuerdo de un señor…  le decíamos el Negro Polanco. Su apellido es Polanco. Es un señor así, grueso, y tenía el problema de artrosis. Se quejaba de dolores en la rodilla. Yo estaba recién casado con mi esposa, y me traía sus chancletitas para costurar. Traía treinta o cuarenta pares para maquilarle. Siempre venía montado sobre la bicicleta —una bicicleta rodada veinte. Pero no la pedaleaba. Venía con los pies caminando, y me decía: la bicicleta me ayuda muchísimo para las rodillas. Vengo montado encima y me impulso, y no me molestan más. Y cuando se iba, igual: se montaba y se iba impulsado. Y pues ahora que tengo este problema veo que sí, que sí ayuda, y se lo recomiendo a las personas.

 

Yo además también tuve una fractura del menisco, y ahí también me ayudó mucho la bicicleta. Me pasó casi a la par cuando a mi esposa la operaron a corazón abierto. Al otro día de esa operación, creo que era por la misma tensión nerviosa que yo sentía, se me agravó la situación, porque sentía un dolor horrible en las rodillas. Cruzando la calle para cambiar un billete donde se junta la lotería —porque me llevo con el señor, y siempre que necesito me cambia—, pegué un brinquecito así para llegar a la escarpa. Y ¡tras!, sonó mi rodilla. Y ahí me quedé. No pude moverme. En ese momento pasaba un amigo que le digo el Güero. ‘Oye, Güero’, le digo, ‘un favor, me acabo de lastimar la rodilla, no puedo moverme. Pídele a don José que te cambie este billete, y me vas a ayudar a llegar a mi casa’. Me agarré de él y me vine brincando. Para eso, le estaba yo maquilando cuarenta pares de costura a un cliente. Le digo, ‘sabe qué, don Mario, no voy a poder seguir maquilándole. Si gusta venir mañana… estoy terrible. Mi rodilla me duele horrible. No voy a poder pararme en esa máquina’. Porque con esa máquina se trabaja parado. 

Pero las autoridades no siempre ven los beneficios de las bicicletas. Hace varios años, el presidente municipal dio órdenes a la policía de que se cortaran los candados de cuanta bicicleta había en la calle y se las llevaran.

Al otro día, mi hijo William me dice: ‘Papá te voy a llevar a que te hagan un ultrasonido’. Me llevó y salió en el ultrasonido que sí era fractura de menisco. Me hicieron el tratamiento en el Seguro, y tardó como seis meses para que yo llegara a la cirugía. Para eso, mi esposa se estaba recuperando de su cirugía a corazón abierto. Tenía una fisura dentro del corazón y la tuvieron que abrir para ponerle un pláster o no sé cómo se llama eso. Es una palabra técnica que usan los médicos. Fue un momento muy terrible que se pasó ella. Y para eso, yo andaba haciendo todos los trámites con mi rodilla lastimada. Tenía que llevar su incapacidad a donde trabajaba, y en la bicicleta me iba, con la muleta amarrada a un lado. Inclusive mi hijo, que es médico, me decía: ‘no papá, te voy a dar dinero para que te vayas en un taxi o en un camión’. Pero yo lo que menos podía era trepar en el camión. Me dolía. Me era más fácil andar en la bicicleta que treparme en un vehículo. Me bajaba y agarraba yo mi muleta y me iba yo con el malestar que tenía.

Y cuando me ocurrió ese accidente de la fractura del menisco y el malestar tan fuerte, no fui a ver a mi esposa al hospital. Me pasó el viernes. El sábado se dio cuenta que no fui, porque la pasaron muy rápido a piso, y preguntó por mí. Y yo le digo a mis hijos que para eso le había pedido a mis hermanitos esa misma noche del viernes que me hicieran unas muletas. Ellos son carpinteros, y me acuerdo les dije: ‘saben qué, háganme un par de muletas, no le digan a nadie, no es ni un problema, nada más que necesito un par de muletas’. Me hicieron las muletas y el sábado en la noche me las trajeron. Por eso hasta el domingo, a la hora de visita, fui a ver a mi esposa. Ya estando allá con mis muletas, me senté y le digo: ‘me lastimé las rodillas, no te apures, no tengo nada. Ya viste que cuando te iban a operar me dolían las rodillas… pues me duelen más, es todo’. Son momentos… pues un poco difíciles, Alex.

 
Esa bicicleta que está fotografiando es una Falter. Es de fabricación alemana.

Pero las autoridades no siempre ven los beneficios de las bicicletas. Hace varios años, el presidente municipal dio órdenes a la policía de que se cortaran los candados de cuanta bicicleta había en la calle y se las llevaran. El alcalde era Fuentes Alcocer. Y era una cosa terrible, ¡una persecución de bicicletas! Supe de mucha gente que le llevaron su bicicleta en una forma muy arbitraria, y después lo negaban. Eso era un robo. Inclusive en la actualidad, a veces andan cortando, pero cuando él, era un desastre. Inclusive si venía un cliente y paraba su bicicleta acá afuera, y venía la policía: ‘¡quite eso de allá!’ Una chocantés que era eso.

Yo protesté. Por mi cuenta hice un escrito y se lo fui a entregar al alcalde el día que iba a inaugurar la bici-ruta de los domingos. Porque esa bici-ruta yo creo que se hizo sólo para disfrazar la persecución. Se me ocurrió la idea como el miércoles o el jueves, y el viernes en la tarde que terminé de trabajar salí a la calle, pasé a las casas, pasé a las tiendas, pidiendo que si me podían firmar la carta. Y se las daba para leer y la leían y la firmaban. El domingo en la mañana, ya tenía yo como 120 firmas recabadas, y en la misma bici-ruta logré recabar más firmas. No la tengo a la mano, pero estaba muy bien escrita. Salió en el periódico. Fue en agosto del 2006, unos años antes de que Ulises y Everardo empezaran con Cicloturixes.

Ese domingo terminé de recabar firmas y ya estaban ahí las autoridades municipales. Era como a las ocho de la mañana la inauguración, en el parque de la Ermita. Y yo le llevé la carta en ese momento al alcade. Así que me acerqué y se lo di en las manos. Y él déspotamente me dice: 

—Oye, papito, no es hora que yo te atienda.

Y una dama que estaba detrás de él, no sé si era una del cabildo o no sé, me dice: 

—¿Qué es lo que le estás dando al señor alcalde? 

—¿Lo puede usted recibir? —le dije.

—Sí —me dice, y se lo entregué a ella, con las firmas recabadas. 

En ese momento me toca en el hombro alguien y me pregunta: 

—¿Qué es lo que le dio al alcalde que no quiso recibir? 

—¿Quién es usted? —le digo. 

—Soy del periódico Por Esto. 

—Ah, bueno, pues aquí tiene usted una copia.  

Y pues salió en el periódico. Y de allá me nació la idea de llevarlo a otros periódicos, pero no lo publicaron. Sin embargo, sí hizo escándalo, porque un reportero de una estación de radio, José Luis Preciado, que es muy conocido acá, me hizo una entrevista.

 

Esa bicicleta que está fotografiando es una Falter. Es de fabricación alemana. Ahí tiene su logotipo, mire: dice “Falter”. Es de los cuarenta. Falter quiere decir mariposa en alemán. Pero tengo otra allá atrás que se llevó el primer lugar en el concurso de bicicletas antiguas, aquí en Mérida. Es una Rabeneick. Mira, aquí está esta nota que sacaron en el periódico: “Es un tesoro sobre ruedas. Un alemana Rabeneick de 1952, propiedad de Gerónimo Borges Zapata, gana concurso ‘La bici antigua’ en el marco del segundo aniversario de la Bici-ruta. 18 de agosto de 2008.”

Este concurso de bicicletas antiguas estuvo curioso cómo sucedió. Lo anunciaron como por espacio de un mes. Y el último día, el último viernes en la noche, fui al patio y saqué la bicicleta. La tenía debajo de un tingladito que está allá, de una lámina. La saqué y estaba bien empolvada. La desarmé, la limpié y toda la cosa. Llegó mi esposa de su trabajo y dice: 

—Oye, ¿qué estás haciendo en el patio?

—Estoy limpiando la bicicleta —le digo—, la voy a llevar a un concurso. 

—¡Vas a llevar esa porquería a un concurso!

—Pues esa porquería, así como la ves, va a ganar un segundo o tercer lugar de perdido. 

Fotografía: Por Esto, 18 de agosto de 2008

Y ganó el primero. ¿Por qué ganó el primero? Porque nadie llevó factura. Lo que tengo en la mano ahí en esa foto es la factura de la bicicleta. Ni la señora que vociferaba que su bicicleta tenía cien años, pudo ganar, porque no tenía manera de comprobar. Y porque no tenía cien años su bicicleta. Era una Panther, alemana también. Muy bonita. Y ella: ‘¡Era de mi abuelo, tiene cien años!’ Y le digo: ‘¿Sabe qué? Esa bicicleta no tiene cien años’. Yo conozco una Panther que sí tendría los cien años en la actualidad, y tiene ciertas características, pero esa no. Y otra cosa: estaba modificada: la rueda delantera tenía un dinamo en el centro, en rayado, que es de fabricación inglesa.

Pero el problema aquí en Mérida son las trabas que ponen las autoridades. No sé por qué no le dan el auge que debe tener. Ya ves Everardo, que va a las juntas, y va a esto, y les explica la importancia… y todo se queda en proyectos. O bien las autoridades hacen y deshacen: ponen ciclovías que en el momento sirven y luego ya no son ciclovías, los que la ocupan son vehículos, luego los domingos se ponen las personas que venden sus cochinadas, tienen puestas sus mesas y no puedes pasar, tienes que salir a la calle a pedalear.

Sí, somos seres humanos todos, pero yo veo que el que anda en un vehículo automotor, se convierte en otra cosa, como que se vuelve más agresivo

Otra cosa que tienen nuestras autoridades es que ahora algunos del Cabildo quieren emplacar bicicletas de nuevo. Antes estaban emplacadas. Y no sólo la placa, sino que tenías que tener tarjeta de circulación. Voy a ver dónde busco una tarjeta de circulación y te mando una foto. Si no tenías esa tarjeta, si no tenías placa, te quitaban la bicicleta, la policía. Era un rollo. Eso fue así hasta el 90. Me acuerdo del año por algo que me pasó. Un día equis sonó el teléfono, como a las doce de la noche. Era mi suegra, que en paz descanse. Estaba llegando de viaje. ‘Estoy en la terminal, ¿me pueden venir a buscar?’. Le digo a mi esposa: ‘vamos a buscarla’. Porque ella tiene su bicicleta, de hace como doce años, ahí, bien colgadita. Una Windsor de roda 26. Se la compré nuevecita; tengo inclusive la factura. ‘Tengo flojera de salir en la bicicleta, llévame en la parrilla’, me dice. Causalmente saqué la Rabeneick. Salimos; ella iba comiendo una manzana. Llegamos aquí a la esquina de la 56 (la esquina de la berenjena, como le llaman). Yo tenía alto, y como eran las doce de la noche, no había nada, ni un vehículo circulando. Pedaleé para pasar la calle y al momento veo la patrulla que estaba doblando. Le digo a mi esposa:

—Ahorita vas a ver qué van a hacer estos: me van a parar.

—¿Cómo?

—Sí, me van a parar —le digo. 

Llegando a la otra esquina del Monte de Piedad, llega la patrulla y pum, me cierra el paso. 

—¡Oye, te pasaste el alto! —Me dice. —Y además estás llevando a otra persona.

—Sí, es cierto que estoy llevando a otra persona; sí es cierto que estoy fuera de la ley. No te estoy diciendo lo contrario. Que me pongan mi multa y lo voy a pagar. 

—Pero tu placa está vencida. 

—Sí, esta vencida mi placa, es de 1990, pero yo soy uno de los primeros que voy a sacar la placa cuando sale publicado. Que me digan cuándo salió publicado en el periódico que ya salieron placas. ¿Ya salió publicado? 

—No, pero están andando entre dos.

—Sí es cierto, estoy andando entre dos, pero mi bicicleta esta registrada en la policía, ve mi número de placa y mi número de cuadro en mi bicicleta. Ponme la multa y lo voy a pagar. 

—No, nos la vamos a llevar.

—¿Y por qué te la vas a llevar? Es un secuestro lo que quieres hacer.

—¡Pues lárguese, entonces! —me dijo, y se trepó en la patrulla y se fueron.

 
...ahora algunos del Cabildo quieren emplacar bicicletas de nuevo

Y también los camiones urbanos son muy difíciles. Yo creo que esos son los más terribles, sí. Y las combis de servicio público. A mí me molesta el hecho de que estés entre dos urbanos y el que está detrás de ti te está brum, brum, brum, brum, brum. ¡Pues qué tonterías está haciendo éste! Si me hago a un lado de todas maneras se va a quedar atrás del que sigue, no va a poder avanzar nada. Después te echan el pitazo: braaammm, con el claxon. 

En una ocasión, uno de esos que van a los pueblos me toca el claxon. Y lo volteo a ver como diciéndole qué te pasa, y me mentó la madre: ‘¿no te gustó?’, me dice. Cosas así como que son injustas. Sí, somos seres humanos todos, pero yo veo que el que anda en un vehículo automotor, se convierte en otra cosa, como que se vuelve más agresivo, más no sé cómo. Te quiere poner de menos porque estás llevando un vehículo que para algunos no tiene ni valor.

Pero a mí no me da miedo andar en la bici. Yo siento que manejo bastante bien. Eso sí, la gente me pregunta. Ya van dos ocasiones que vienen unos clientes, grandes, como de mi edad o poquito más, no sé. Y se sientan allá donde está usted. Y siempre la bicicleta amarilla la tengo acá, la que llevé ayer a la rodada. Y la están viendo mientras estoy costurando, y me dicen: 

—Oiga, ¿le puedo hacer una pregunta? 

—¿Qué será?

—¿Usted maneja esa cosa?

—¡Esa cosa es una bicicleta!

—¿Pero usted la maneja? 

—Sí.

—¿Y no le da miedo?

—¡Pues no, no me da miedo! Es que es una bicicleta de carrera, por eso mismo la manejo, porque es muy suave, muy cómoda para andar, no cansa nada.

 

Yo creo que la bicicleta te hace tener un buen carácter. Sientes una convivencia, siempre. Inclusive tú, andar en solitario, se siente uno libre. La bicicleta te da eso.

Pero a mí también me gusta el elemento de la convivencia, de ver otras gentes, de las conversaciones con otras personas que se dan cuando andas en bicicleta. Por eso me gusta ir a las rodadas de Cicloturixes, por la convivencia con los demás compañeros, porque conoces gente.  Como ayer, que nos conocimos nosotros en la rodada, y es un gusto, Alex, que estemos conversando ahora. Ese es un colectivo en el que se juntan varios tipos de ciclistas: hay unos que son de ruta, otros que compiten, y ellos tienen sus grupos aparte, porque ahí en Cicloturixes es nada más por la convivencia en bici. Yo soy Ministro Extraordinario de la Comunión. Llevo la Comunión a los enfermos que no pueden ir a la iglesia, y  anoche me tocaba pero lo hice temprano porque no me quería perder la rodada de nueve años de Cicloturixes ni toda la convivencia que hubo.

Yo creo que la bicicleta te hace tener un buen carácter. Sientes una convivencia, siempre. Inclusive tú, andar en solitario, se siente uno libre. La bicicleta te da eso. Yo nunca me preocupé por manejar. No sentí la necesidad. Inclusive una vez, un cuñado mío me dice ‘vamos a comprar un carro, yo doy la mitad y tú la mitad’. Y compramos el carro entre los dos, pero él lo manejaba. Y luego no sé qué pasó, ni siquiera sé qué hizo con el carro. Y un día mi esposa me dice ‘oye, pero eso es de nosotros’. Sí, le digo, pero ya pasó. Él vendió el carro, lo puso a su nombre, no sé, ni me preocupé de ello. Yo nunca me preocupé por los carros, y como mi trabajo siempre ha sido acá en el centro, pues acá no se necesita más. Con la bicicleta basta. 

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Colaboradores

Entrevista y redacción: Alejandro Zamora

Revisión: María Ávila

Fotografía: Alejandro Zamora
Traducción: Hannah Wilson

Everardo Flores

Sé que soy bicicletero por mi abuelo

Nunca se me va a olvidar pues yo le hice honor al nombre: me hice un vagabundo en bici.

Everardo Flores

Sé que soy bicicletero por mi abuelo

Mérida, Yucatán, 6 de febrero de 2019 y 4 de julio de 2022 

 Nací en la Ciudad de México y vine a vivir a Yucatán hace 13 años. Estudié en la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM. También cursé hasta el cuarto semestre la carrera de Filosofía y estaba extasiado con las clases, pero tenía que trabajar y no me daba tiempo de combinar las dos cosas. Trabajaba en Canal 11 donde hacía investigación de la audiencia televisiva y cuando llegó Calderón, luego de varios recortes de los que me había salvado, llegó el momento en el que me dieron las gracias y me pagaron mi liquidación. Pensé si debía buscar otro trabajo en la Ciudad o venirme a vivir a Mérida y elegí la segunda opción. Acá vivía mi mamá desde el temblor del 85. Se vino en el programa de descentralización administrativa del Gobierno Federal, le dieron casa, le pagaron su mudanza y ocupó su misma plaza acá en Mérida. Por mi parte yo llegué con la idea de tomarme un año sabático con el dinero de mi liquidación; quería descansar del tráfico y dedicarme a conocer Yucatán.  

Llegué en octubre del 2008 y desde entonces salía a pedalear por las calles y veredas cercanas. No tardé en hacer amigos en la brechaTenían un grupo, pero era un club de bici de naturaleza que a veces participaban en competencias, iban a los cenotes, a las pirámides, y una vez les pregunté: “oigan, pero en la ciudad, ¿hay alguien que promueva la bici?” “No, pues no hay nada”, dijeron. “¡Pues vamos a hacer algo!”  Así se fue cocinando la idea. El 10 de octubre de 2010 (10/10/10), se armó una rodada por el cambio climático, y ese fue el origen, porque permitió identificarnos a quienes nos gustaba la bici, el cuidado de la naturaleza y el activismo social. Eso facilitó algunas cosas, y de ahí nacieron buenas amistades. En febrero del 2011 empezamos los paseos nocturnos en bici. Originalmente nos llamábamos “Un auto menos Mérida”. Además de los paseos nocturnos de los miércoles, organizábamos una rodada llamada “Masa crítica” los sábados. Como en San Francisco, California, era un movimiento bicicletero contestatario y algo agresivo, pero aquí en general las personas y la ciudad son pacíficas y amables, por lo que la “masa crítica” no pegó, ¡y qué bueno! El movimiento se fue más hacia la promoción de la movilidad sostenible y no tanto por el lado de confrontar a los automovilistas. A partir de entonces dejamos de llamarnos “Un auto menos” y cambiamos de nombre a “Cicloturixes”, un apelativo local que hace referencia a las bicis y a las libélulas (turix significa libélula en maya). Hoy muchas personas en Yucatán y sobre todo en Mérida nos ubican como un colectivo promotor del uso de la bici. Creemos que uno de los principales logros de Cicloturixes en todos estos años de activismo ha sido colocar el tema de la movilidad sostenible en la agenda pública. 

Para nosotros, la manera más efectiva que teníamos para tratar de convencer a los funcionarios públicos de construir obra pública para peatones y ciclistas era decirles que se trata de un asunto de justicia social.

Yucatán es uno de los principales estados a nivel nacional en donde las personas se transportan en bicicleta gracias a su geografía: vivimos en tierra plana. No hay montañas, no hay cañadas. No tenemos ningún tipo de impedimento orográfico que nos dificulte la movilidad en bici, a diferencia de otras ciudades o de otros estados. Eso facilita mucho las cosas. La gente saca sus cosechas en triciclos, va a trabajar su milpa y a ver a sus abejas en bici… o sea, todo lo que es la pequeña producción agrícola en el interior del estado es en bicicleta o en triciclo; lo mismo en los puertos: tú puedes irte a Celestún, Progreso, Chelem, San Felipe y verás a los pescadores bajando de sus lanchas para subir a sus triciclos o bicicletas. Nuestras primeras acciones para tratar de mejorar las condiciones de los ciclistas, al menos en la capital del estado, fue enviar cartas a la alcaldía solicitando bici puertos en las principales plazas y parques, así como mayor seguridad vial para los ciclistas. Nos dedicábamos a juntar firmas. Queríamos bicipuertos públicos, sombreados y seguros en la Plaza Grande, en Santa Ana, Santa Lucía, San Juan. Por mucho tiempo fuimos ignorados, tratábamos de aparecer en medios, emitir boletines de prensa y hacer visible el movimiento con los paseos nocturnos, pero no había gran respuesta. Eventualmente se construyeron algunas ciclovías en la periferia de la ciudad y otras a la orilla de algunas carreteras. Fue hasta que llegó la pandemia que a los ciclistas nos hizo justicia la revolución, como se dice coloquialmente, pues el gobierno estatal construyó, con recursos federales, más de 70 kilómetros de nuevas ciclovías dentro de la ciudad, incluido Paseo Montejo. Fue muy importante pues al fin Mérida se integraba al club de ciudades mexicanas que realizaban obra pública para los ciclistas urbanos. Evidentemente, aún queda muchísimo por hacer en materia de obra pública para ciclistas y peatones pero pensamos que se ha dado un primer paso.   

Colgamos una bici blanca en el lugar donde murió un ciclista y sus familiares y amigos nos piden rendirle homenaje. Debemos de haber puesto ya más de 13 bicicletas blancas...

Para nosotros, la manera más efectiva que teníamos para tratar de convencer a los funcionarios públicos de construir obra pública para peatones y ciclistas era decirles que se trata de un asunto de justicia social. El tema no éramos los Turixes. No pedíamos cosas para la gente que asiste a los paseos nocturnos, de lo que hablábamos era de la gente que muchos no querían ver, pero que están allí, que son los ciclistas urbanos: esos que todos los días andan en bici, personas que muchas veces no tienen un buen empleo, o ni siquiera tienen uno y usan la bici como herramienta de trabajo. Personas que tienen que prescindir del transporte público, un viejo problema de la ciudad que sigue esperando solución, esas personas deben hacer gestiones en el centro, hacer compras, y muchas veces no hay dónde dejar la bici. Se trata del primer sector al que dedicamos nuestro activismo, las personas que ya decidieron transportarse en bicicleta, mismas que no están pensando si hace calor o llueve para saber si se suben a la bici, ellos no tienen opción y no son uno, ni dos, ni cien: son miles. Por esas personas es por las que en primer lugar tratamos de incidir en políticas públicas que los beneficien.  

Tenemos también el proyecto de las bicicletas blancas para visibilizar la muerte de ciclistas: colgamos una bici blanca en el lugar donde murió un ciclista y sus familiares y amigos nos piden rendirle homenaje. Debemos de haber puesto ya más de 13 bicicletas blancas, la mayoría de ellas en Mérida, aunque de manera simbólica pues cada año fallecen en Yucatán por atropellamiento aproximadamente 40 ciclistas. 

El siguiente sector por el que trabajamos son los ciclistas potenciales. Los que no usan la bici como medio de transporte, pero les gustaría hacerlo. Pongo un ejemplo de nuestro trabajo con este sector. Ha habido momentos en que ciertos grupos han estado en contra de la bici-ruta, que es la vía recreativa de la ciudad; o más recientemente y con mayor virulencia en contra de las nuevas ciclovías. Algunos dueños de hoteles se han opuesto a estas políticas y nosotros siempre hemos salido a defender tanto la bici-ruta como las ciclovías, la primera porque es un éxito rotundo y las segundas porque protegen a los ciclistas. Yo pienso que la bici-ruta que tiene un carácter de convivencia familiar es también un semillero de potenciales ciclistas urbanos, que con ciclovías seguras tienen mayores incentivos para usar la bici como medio de transporte. Estoy convencido que con mayores facilidades viales y de estacionamiento, miles de personas saldrían  a pedalear a sus trabajos. Ese es el sector de los ciclistas potenciales. 

Además de la reciente construcción de ciclovías ha habido algunos otros avances en años recientes. Por ejemplo, se logró la ley que exige metro y medio para rebasar a los ciclistas, después de que en 2015 atropellaron a una triatleta. Se llamaba Rubí. Iba por la carretera Mérida-Progreso, y al subir el puente que va hacia Chelem, un camión de doble remolque la atropelló. Se indignaron los triatletas, obviamente, los ruteros también, nosotros llevábamos un rato indignados por todos los que fallecen; sabíamos que era un problema de todos los días y entonces alguno de ellos me habló y se dio un buen intercambio. Al juntarnos con estas otras comunidades de ciclistas, redactamos un pliego petitorio, se convocó a una marcha y sólo con esa convocatoria recibimos la atención del Secretario de Gobierno, que hizo posible que se estableciera en la ley el rebase de metro y medio. Pero muchas otras cosas que estaban en el pliego petitorio nunca se cumplieron. 

Esto ha sido un poco como picar piedra. Ser Presidente de Cicloturixes, Asociación Civil, me ha abierto la posibilidad de tener voz, de que ciertos ámbitos del gobierno nos busquen: hemos participado en dos o tres planes de movilidad para la ciudad, muy bonitos, pero son eso, planes, y cuando tú les dices: “¿Oigan, pero la implementación?” “No, pues no podemos implementar si no hay plan,” y les decimos: “Bueno, está bien, pero es que cada tres años hay otra vez un plan”, y cuando llega el que viene otra vez te dice lo mismo. Le dices que ya hay un plan, pero dicen: “no, no, no, pero vamos a hacer un nuevo plan.” Y se llevan tres años haciendo el pinche plan. Entonces termina el trienio y qué crees: “¡Ya no nos dio tiempo de llevarlo a cabo!” Llega el nuevo alcalde y es la misma historia. Y yo digo: si se trata de planear y soñar, lo hacemos con gusto, pero a ustedes les toca hacer realidad esos planes. Muchas veces el problema con los ayuntamientos son algunos grupos de presión, normalmente comerciantes y empresarios, con quienes tienen compromisos adquiridos de no peatonalizar calles o no construir ciclovías en el primer cuadro o no mejorar el transporte público para que el centro deje de ser un enorme paradero (aunque parezca increíble, así es). A ellos no los puedes tocar ni con el pétalo de una rosa. Al final de cuentas sí hay un compromiso muy fuerte con intereses creados. Eso es lamentable porque siempre hemos dicho que no debería ser así, que el interés público está encima de todos ellos. Pero bueno… no funciona así. 

Hablando del paseo nocturno en bicicleta, para mí es como una gran satisfacción porque muchísima gente viene al paseo, pues son de estos potenciales ciclistas urbanos, que te dicen oye yo quiero usar la bici como medio de transporte “¿tú cómo le haces?”  Yo les cuento que me voy a la chamba en bici. Todos estos años, cientos de personas, a partir del paseo, se han motivado para trasladarse en bicicleta. Después de tantos paseos, ya conozco bien la ciudad. Me he trazado unas rutas que si me acompañaras, dirías: “¡Qué padre Mérida, no hay coches!”, porque me meto por calles secundarias con poco tráfico. Procuro andar siempre en mi bici, traigo mi bocina, mis alforjas con ropa para cambiarme, y mi almuerzo. Ahorita, por ejemplo, venía oyendo la mañanera, con mi café, y así como muy farolón, jaja. 

Percibo en mi camino los olores de las plantas, el canto de los pájaros y ya me aprendí el nombre de un montón de árboles, flores, plantas y aves… voy percibiendo, digámoslo así, el palpitar de la ciudad.

Trabajo en el IMSS, en un puesto administrativo, y no es por quejarme la verdad, pero algunas veces la mejor parte de mi día es ir a mi trabajo y regresar a casa en la bici, ya con eso te digo todo de lo importante que este vehículo para mí. Incluso la ruta que uso para ir a mi trabajo que yo no me inventé, me la dio el Google Maps Bici, ¡me mete por un parque! ¡Padrísimo! Descubrir que puedes atravesar por tantos lugares que en auto jamás podrías, como cortar camino atravesando un parque, voy realmente disfrutando el paisaje, paso por varias escuelas y  veo salir a los niños y adolescentes y a sus padres que van por ellos, algunas veces en bici, porque yo entro a las 12:30 y salgo hasta la noche; percibo en mi camino los olores de las plantas, el canto de los pájaros y ya me aprendí el nombre de un montón de árboles, flores, plantas y aves… voy percibiendo, digámoslo así, el palpitar de la ciudad. Realmente es algo que disfruto muchísimo. Todos los días planeo mi ruta: hoy vengo a la entrevista y sé que de aquí me desvío dos calles para reincorporarme a mi ruta tradicional por detrás del Hospital Juárez. O sea, eso a mí me hace feliz navegar en la ciudad; yo disfruto realmente moverme en bici. 

La ciudad de Mérida es muy bonita. Aunque la ciudad de México sea la ciudad de mis amores, fue realmente aquí en Mérida que decidí hacer activismo por la movilidad sostenible, aunque desde allá me movía en bici. Llegué a irme en bici ya desde que estaba en la prepa, y a la Facultad de Filosofía me iba en bici desde Villa de Cortés. Llegaba por Cerro del Agua atravesando Coyoacán hasta Miguel Ángel de Quevedo, y ahí zigzagueando hasta C. U., que está en lo alto y se siente pesada la subida, algo que en coche nunca notas. Y ya, de regreso, bajaba por Coyoacán hasta la Alberca Olímpica, de ahí agarraba Eje Central y luego me metía por la Portales hasta la calle de Niños Héroes, donde vivía. 

Nunca se me va a olvidar pues yo le hice honor al nombre: me hice un vagabundo en bici. Toda mi colonia estaba a mi alcance, iba a todos lados en ella, mi abuelita me encargaba cosas y yo era feliz haciendo los mandados...

Aprendí a andar en bici en primer año de primaria. Mis tíos tenían una bici tipo inglesa, como las de los panaderos, pero rodada 20. Aprendí primero en el patio de mi casa, ya en segundo o tercero de primaria, me salía al parque. En cuarto, los Reyes Magos me trajeron mi primera bici, una Vagabundo azul, hermosa. Nunca se me va a olvidar pues yo le hice honor al nombre: me hice un vagabundo en bici. Toda mi colonia estaba a mi alcance, iba a todos lados en ella, mi abuelita me encargaba cosas y yo era feliz haciendo los mandados… Eso fue al norte de la ciudad, en Santa Rosa, muy cerca de Tlalnepantla, y desde entonces para mí una influencia muy importante, fundamental, fue mi abuelo, a quien considero mi padre, pues él y mi abuela me criaron. Mi abuelo se movía en bici desde Santa Rosa hasta San Ángel. Estamos hablando de más de 30 kilómetros. Él era velador y se iba en la tarde-noche, se quedaba allá, y al otro día en la mañana se regresaba. Era un gran ciclista urbano de hueso colorado. Yo lo veía con una admiración muy especial: era muy trabajador, excelente padre y un gran lector. Para mí se trataba de ser como él. 

Ahora sé que soy bicicletero por mi abuelo, mi padre, y cuando ando en bici, me acuerdo mucho de él. Yo solía acompañarlo algunas veces cuando se movía en bici. “Vamos a tal lugar”, me decía. A mí me daba un poco de miedo rodar junto a él, porque ya era un adulto mayor y era muy osado, pero al mismo tiempo muy hábil manejando su bicicleta. Él mismo la arreglaba, siempre la tenía en excelentes condiciones mecánicas y la usaba para ir a todas partes, hasta que un día murió atropellado, pero extrañamente no iba en bicicleta sino caminando. Sé que también mi activismo en el tema de las muertes por hechos viales me nace por él, lo hago en su memoria, en su honor. Nadie debe morir por salir a la calle caminando, en bici o en cualquier modo de transporte.

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Colaboradores

Entrevista: Alejandro Zamora

Redacción: Mónica Díaz García

Revisión: Alejandro Zamora