Community Narratives
of Urban Cycling in Mexico

...Somos un grupo, y esta entrevista, ya no es de Olimpia, ya es de Un grupo de Morras. 

Olimpia Vásquez, Malinali Plascencia, Jud Limones, y Jeimi Cuendulain  

Una historia de morras 

Tijuana, febrero de 2022

Una morra [Olimpia]: Me llamo Olimpia Vázquez Ojeda, tengo 31 años, y vivo aquí en Tijuana. La bici me es muy familiar: mi papá es atleta, no sé si mi hermano Arturo te contó eso, pero mi papá, desde muy chiquitos nos molestaba con ir a hacer ejercicio, a él le gustaba ir a correr, y yo no lo alcanzaba, entonces, él me compró una bicicleta para que fuera pedaleando a su lado. Después, cuando empecé la prepa, a mí me gustaba mucho ir a tocadas punk, y conocer a gente que estaba en bandas. La cultura punk de San Diego salpica bien cabrón en Tijuana: bandas de allá van a tocar acá, y de acá van para allá. Sí es una escena muy binacional hasta cierto punto, y entonces veía que allá había muchos grupos de gente que andaba en bici. Era casi el medio de transporte por excelencia de la gente de esas bandas. Y ahí me di cuenta de que la bici no era nada más para ir a hacer ejercicio con tu familia, sino que era algo social. 

Un tiempo viví muy cerca de la línea, y la usaba casi a diario para cruzar. No puedo decir que era mi medio de transporte al 100%, más bien cuando podía, y si se podía, lo era. Cuando se volvió 100% mi medio de transporte fue cuando estuve en la Universidad de Santa Cruz en Estados Unidos. Andar en bici en el primer mundo y en Tijuana era diferente. En Estados Unidos, si agarras el camino a Coronado, que es de las partes más ricas de San Diego, ves unas bicis más caras que tu departamento, y luego cruzas a Tijuana y hay bicis que están recién agarradas de no sé dónde y armadas quién sabe cómo, y la gente también anda en bicicleta. La bicicleta tiene un rango de posibilidades interesantes, y quizá los carros hasta cierto punto también, pero sí necesitan un capital mucho mayor para poder llegar a tus manos, mientras que la bicicleta la puede agarrar quien sea: la puedes usar como estatus, como medio de transporte, o como arma de resistencia, entre otras posibilidades. 

Después me fui a vivir a Nuevo México y vivía cerca de la universidad. Cómo es plano, estaba perfecto para ir en bicicleta al trabajo diario. Si salíamos en la noche por chelas con mi roomie, íbamos en bicicleta. Arturo me prestó una, que es la que te voy a prestar si vamos a rodar, y esa la tuve hasta ahorita. Este año me acabo de comprar una, porque quería tener una bici de cambios. Empecé a apreciar que cada bici era un mundo y, en mi opinión, una bici de cambios te permite viajes más largos. Los fines de semana me gusta ir con Arturo y mi novio de Rosarito a Puerto Nuevo, al lado del mar. Tengo 31 años, y durante muchos años no supe que todos estos lugares estaban a mi alcance: después de irme a vivir a un chorro de lugares, ahora que regreso a Tijuana me doy cuenta de que tenemos lugares chingones, y en la bicicleta se disfruta mucho más. Es más sensorial, huele más, se siente el aire más y aparte siento que es como más rewarding, perdónenme,… es esa sensación de decir: yo le chingue para llegar hasta esta vista, y entonces me la merezco. 

Al tener la doble nacionalidad, soy una persona privilegiada en Tijuana que puede ir a trabajar a Estados Unidos, y colaboro en una nonprofit de educación artística. Por esta vida de tránsito constante, me encontraba en ambos lados y tal vez no aterrizaba en ninguno. Gracias a la pandemia, empecé a trabajar de forma virtual desde Tijuana, y creo que eso me permitió encontrarme más aquí. Empecé a ver que había más movimientos ciclistas en Tijuana, y se me hacía una actividad relativamente segura durante la pandemia porque me permitía ver a gente sin un contacto tan intenso. Ahora, sigo trabajando allá y como estamos en disque post-pandemia, solo voy unos días, mientras que otros, trabajo desde casa. De esos, el miércoles ya lo tengo bien peleado como el día que no voy a cruzar a Estados-Unidos ni de pedo, para poder venir a raitear. 

Fue otra vez a raíz de una amiga que me invita a rodar. Siempre es por amigas.

Inés, la novia de Arturo, me dijo: oye, vamos a hacer un grupo de puras morras en bici, te deberías unir, somos como tres. Y yo: sí, a huevo, se necesita. Empezamos a salir, y creo que llegamos ahí con este entendimiento que era un raite de mujeres para mujeres, pero estando ahí, regularmente venían hombres. Por mi hermano, conocí a gente ciclista, pero sí sentía que los grupos ciclistas estaban dominados por los hombres, como casi todos los espacios, y que a veces era difícil sentirse bienvenida. Aunque mi hermano siempre me ha dado su apoyo, de cierta manera, eso se sentía.  

Nosotras queríamos hacer un grupo que fuera específicamente de mujeres. Empezamos con Un Grupo de Morras creo que en abril. Se ha formado un lazo fuerte, amistoso, más allá de la bicicleta y eso es lo que está chido. Pues eso era gran parte por lo cual se peleó este espacio, porque queríamos aumentar ese lazo amistoso y crear esa comunidad fuera de ser ciclistas. Creo que es más difícil crear amistad si ya cada quien viene con su pareja o con sus otros tres allegados, y sí se crean relaciones de poder en estos grupos –obviamente hay personas que tienen más tiempo en bicicleta– y pues no nos sentíamos muy a gusto con eso y más cuando la credibilidad viene a ganársela hombres, en un grupo que se supone que es de mujeres. En Un Grupo de Morras, nosotras no buscamos estar construyendo más relaciones jerárquicas, sino al contrario, tratamos de buscar la horizontalidad. 

Somos un grupo, y esta entrevista, ya no es de Olimpia, ya es de Un grupo de Morras.  

Se acercan más morras con sus sillas y el círculo se hace más grande. 

Siempre es por amigas

Otra Morra [Malinali]: Mi papá fue mi primer ejemplo, él tenía una bicicleta y se iba a andar a los cerros. Yo tenía triciclo, y en navidad, cuando tenía como seis o siete años, pedí una bici. Aprendí después de varios accidentes y chocar con mi vecino. Después de unos años, la bici ya no me quedó y como la bici era un juego de niños y yo ya era adolescente, pues la dejé. Y ya nunca volví a andar en bicicleta, hasta hace apenas cuatro años.  

En ese tiempo, llegué a un colectivo llamado Enclave Caracol a hacer voluntariado en el centro de Tijuana, no sé si ya lo conoces, y un día llegaron unos chicos que traían un proyecto del taller de bicis, y nos empezaron a prestar las bicicletas para dar la vuelta por el centro. Para esto, se organiza lo que es el Bike Bike en Los Ángeles, y nos invitaron. Anduve con una bicicleta a contra pedal por todo Los Ángeles, la sufrí en las subidas, pero me siguieron prestando la bici. 

Tiempo después, hice un viaje a Ciudad de México y el colectivo me pidió de favor llevarme bicicletas para allá, para arreglarlas y revenderlas. Ya en México, después de dejar las bicicletas, iba a pedir un Uber para ir al centro, y ellos me comentaron: “pues llévate una bicicleta,” y yo, “cómo me voy a llevar una bicicleta”. “Sí, pues agárrala”. Entonces los días que estuve en la ciudad de México me estuve moviendo en bicicleta, y fue padre, y más porque en la ciudad de México se presta demasiado porque hay la infraestructura. En este mismo viaje, fui a mi primer 8M y fui en bicicleta. Una amiga me marcó para decirme que iban a la marcha, y yo le respondí que iba con ellas, después de dejar la bici. Y ella me respondió: no, nos vamos a ir en las bicicletas. Llegando a la marcha lo primero que hicimos fue una valla con las bicis, porque un partido político quería unirse al contingente. Rodamos entre los contingentes: mis amigas haciendo pintas, yo documentando. Al siguiente año pasé el 8M aquí, también en bicicleta, pedaleando enfrente del contingente para ir resguardando a las chicas o poder asistir en cualquier cosa que se necesitara. 

Otra morra [Jeimi]: ¿Cómo llegué a la bici? En realidad fue una búsqueda: siempre me ha gustado andar en bici, pero no sabía que uno podía andar en la ciudad. Soy de los Cabos, pero viví mucho tiempo en Monterrey, y pensé que era una ciudad imposible de andar en bici. Hasta que una amiga me dijo que cerca de la zona había un grupo ciclista llamado Estampida, eternos principiantes y, además, salían a dos cuadras de mi casa. Después de mucho meditarlo, concluí que era factible que yo pudiera transportarme por dos cuadras sola. Tenía este concepto de que la calle es peligrosa, y para todo esto no tenía ni bici, ni nada, así que me compré una bici, encargué las luces, me preparé con el casco y empecé a salir con este grupo en Monterrey. Fui y estuve dos años rodando con ellos. Dejé de hacerlo cuando me vine a Tijuana y me volvieron a surgir estos mismos pensamientos de cómo voy a salir en bici aquí. Fue otra vez a raíz de una amiga que me invitó a rodar. Siempre es por amigas.

Cuando leí que era un grupo de chicas para chicas, sentí bien bonito. Es una sensación diferente. Yo soy arquitecta, y aunque no quiero decir que hay patriarcado por todos lados, es la realidad. O sea, como mujer lo experimentas todos los días en tu trabajo, en tu vida, cada segundo, y cuando leí que era un grupo de mujeres se me hizo muy bonito. Fuí a la rodada y empecé a conocer a las compañeras, pero había muchas chicas y entonces ya después de esa rodada se hizo este otro grupo. Es un grupo muy bonito en el que me sentí muy acogida. Aunque tenemos perspectivas de la vida a lo mejor bien distintas, es muy nutritivo estar juntas. Por ejemplo, cuando Oli me empieza a hablar de su profesión y empezamos a hablar de pinturas rupestres, o cuando Jud me enseña su trabajo como fotógrafa. Me hice mi primer tatuaje con ella… A Tijuana la tengo en un lugar muy importante en mi corazón.  

Yo he estado en grupos mixtos y sí siento una diferencia. Por ejemplo, hace unos meses, aquí en Tijuana, iba en una rodada mixta, y yo iba dándolo todo; y de repente viene un chavo detrás de mí y sin preguntarme me empieza a empujar. En ese momento no le pude decir nada, no supe reaccionar, solamente platicando después con mis amigas, supe expresar que me sentía invadida en mi espacio. Quería preguntarle por qué me estaba ayudando. Si bien yo no estaba rodando tan rápido como él, sí estaba dando mi máximo. Y más adelante otro chavo, con el que sí me llevaba, y no sé si en su intento de imitar al otro, me empieza a empujar también. Como a él sí le tenía confianza, le pregunté: ¿Qué pasa? Me respondió que me estaba ayudando porque me veía batallar. Le respondí que iba muy bien. Al final, es una invasión de tu espacio personal, y son expresiones de condescendencia.

Si me quitaran la bici, me quitarían mi libertad

Otra morra [Olimpia]: Hubo muchas morras que decían: yo no me hubiera animado a salir a andar en bici si el grupo no hubiera sido solo de mujeres, como que ya existe esta predisposición de las mujeres que saben que van a ser a lo mejor juzgadas o evaluadas en un espacio donde hay hombres, o quizás también creo que a muchas mujeres nos enseñan a proyectar siempre una versión donde estás bien y sabes lo que estás haciendo, sobre todo ante los hombres, para que no te veas tan vulnerable, para que no seas una presa. Entonces creo que si alguien no sabe andar en bici, pues tal vez en lugar de llegar a un grupo donde hay vatos y que la vean que no sabe hacerlo y le quieran ayudar y a lo mejor eso la haga sentir incómoda, prefiera llegar con amigas y así no se va a sentir tan incómoda. 

La bicicleta históricamente le permitió a la mujer llegar a muchos lados, y creo que también el empoderamiento que una mujer puede adquirir se encuentra en el darse cuenta lo fuerte que su cuerpo es, y después lo puede aplicar en otros aspectos de su vida, sobre todo si es una persona que tal vez le ha costado conocer ese poder. Cuando te subes a la bici, te mueves y llegas hasta a esta subida y dices: “ay, güey, qué chingón, le chingué, mira la vista que me gané”, esa parte de ti se activa y se puede aplicar en otros aspectos de tu vida dónde te reconoces como una persona poderosa. Desde otro punto, las ciudades han sido apoderadas y dominadas por los carros, y la bicicleta busca hacerse un espacio, y lo pelea, y lo construye, y es resistencia andar en bicicleta. Entonces, esa resistencia que la bicicleta tiene contra una ciudad hecha para carros se puede asemejar a la resistencia que es ser mujer en un país hecho para hombres, y donde las cosas giran alrededor de los hombres. 

Nosotras como grupo como de cierta manera tratamos de pensar cómo nos vamos deshaciendo de eso o cómo empezamos a andar en bici de manera horizontal y está bien cabrón y lo hemos hablado. Esta bien cabrón construir un espacio horizontal por qué ni nuestras escuelas, ni nuestros trabajos, ni nuestras amistades, ni nuestras relaciones personales e íntimas en casa, entonces está cabrón y a veces no llegamos a nada, proponemos una idea y luego salen mil cosas, pero estamos aprendiendo y lo estamos construyendo y está chingón. Mínimo se vota en el grupo de WhatsApp, o sea no siempre se hace de la mejor manera, verdad, claro de que estoy segura de que hay ejercicios mucho más lógicos, pero sí se vota. Si alguien dice “hoy  vámonos para el aeropuerto” y luego una morra “no, yo no tengo ganas de pedalear tanto, por qué no hacemos mejor la ciclovía.” Bueno: like aquí si quieres ir al aeropuerto, like acá si quieres ir a la ciclovía.

 

Ellas me enseñaron a mí que también andar en bici en grupo significaba aprender a acompañar. Yo no era necesariamente una persona competitiva o que quería ir hasta enfrente, pero tampoco hasta atrás, tenía que ir en medio como mínimo, y a veces veía que ellas iban hasta atrás con la persona nueva y me preguntaba como por qué. Pues porque pues porque está bien culero que te dejen atrás, y ahora espero gente.

Otra Morra [Malinali]: Hay veces que no todas tenemos ánimos y preferimos una ruta corta y echar el cafecito después, y también es válido porque también no todos los días  es darle a la bicicleta con todo, a veces es simplemente quieres compartir tiempo con tus amigas, porque creo que se podría decir que todas somos amigas, indefinidamente como que un día te sientes más en confianza con alguien, otro día con otra, pero al final de cuentas entre todas se ha creado un lazo de amistad, entonces eso también está padre.

Otra morra  [Olimpia]: La bici es el pretexto para tener gente con quien juntarse, y salir y hacer cosas, o sea hay chicas que llegaron de otros lados y se integraron al grupo. 

Otra morra [Judith]: Sí, volviendo un poquito al tema de tomar decisiones en grupo, creo que en cuanto a ese tema, seguimos aprendiendo para saber cómo hacer lo mejor para todas, para no imponer nada y que no nos impongan. Creo que seguimos aprendiendo sobre ese tema de estar en grupo sin nadie ponerse de líder. 

Otra Morra [Malinali]: Yo por mi trabajo todo el día tengo que andar manejando por todo Tijuana, pero muchas veces cuando vas en carro, voy enfocada en no chocar y no en atropellar a alguien, y cuando andas en bici cambia totalmente tu entorno. También después de vivir esta experiencia como ciclista de que no respetan el espacio, me vuelve más consciente, si veo un ciclista pues ya me orillo, por que sé lo que se siente.

Otra Morra [Judith]: Justo ahorita que venía en la bici, venía pensando lo que hablamos ayer mientras pedaleaba, y le sumé que andar en bici hace que seas más empático con las personas. Cuando vivía en el D.F. siempre decía esto y lo sigo diciendo: las personas antes de pedir una licencia de carro deberían hacer un examen de ciclismo para ver primero desde un medio noble, un medio no motorizado, cómo es el mundo en las calles.

Otra Morra [Olimpia]: Yo iba a decir algo similar. Creo que te permite estar más presente:  en la bicicleta estoy forzada a estar presente porque soy más vulnerable. Y quizás eso me permite canalizar, observar, estar atenta. 

Si me quitaran la bici, me quitarían… ay, libertad, mi autonomía, este, espacio personal, amistad, tiempo, descanso, un chingo de cosas, o sea, sí justifico mucho espacio para mí, a través la  bicicleta, porque es mi tiempo y quiero ir a ver a mis amigas y me voy. La bici es parte de mi identidad.

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Colaboradores

Entrevista:  María Ávila y Alejandro Zamora

Redacción: María Ávila

Revisión: María Ávila y Alejandro Zamora

Fotografías: Alejandro Zamora, Adri Reyes y Jud Limones

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