María Antonieta Carmona
Sombra
Y cuando pasas por las calles que sí conoces, es otra experiencia pasarlas en bici, porque las conoces de otra forma o desde otra perspectiva.
Puebla, Pueb., 8 de febrero de 2020. María Antonieta es de profesión urbanista. Estudió Diseño Urbano Ambiental en la Facultad de Arquitectura de la BUAP. Ha trabajado en instituciones de gobierno, y ha participado en diversos programas sociales. Tiene un hijo de diez años. Con ella compartimos la rodada nocturna de Biciópolis el viernes previo. Ahí comenzó la conversación, con la sintaxis del movimiento en bici por las calles de la ciudad. Al día siguiente nos volvimos a encontrar, más como individuos —es decir, fuera de ese pacto tácito de comunidad que es rodar en grupo. En esta charla, otra vez nos acogió Profética, en su patio, entre sus libros y sus bicis.
Mi bici se llama Sombra, porque, como le digo a mi hijo, mi bici es eso: mi sombra. Está ahí, en cualquier momento. Tal vez no sea muy tangible, pero ahí está. Para mí es así.
La bici es una opción; una opción que me ha dado autonomía y seguridad. Pero no es la única. Si me quitaran la bici, la otra alternativa sería caminar. Siento que no estoy aferrada a ella porque con el tiempo he aprendido a ser desapegada. Nada permanece: ni las cosas, ni las personas. Todo va a cambiar en algún momento, y las cosas van a seguir. Creo que hasta cierto punto he aprendido a no ver las cosas como algo indispensable. La bici me ha dado buenas experiencias, y me ha quitado el miedo a andar en cualquier lado. Hasta me quitó el miedo a la lluvia (risa).
Sombra llegó así. Hace unos cinco años, empecé a decir que quería andar en bici, porque era muy desesperante estar esperando el camión. Y una amiga, un día, me respondió: tengo en mi casa dos bicis. Las fui a ver. No quería una bici frágil y rosa, porque pues no soy como que muy nena, y me gustó una más tosca, más adecuada para andar sobre el adoquín y los hoyos del pavimento de Puebla. Me gustó porque era más estable y no se volteaba tan fácil. Dije: ¡es más fácil que rompa un carro a que el carro la rompa a ella! Y sí: años después, la dejé estacionada en un estacionamiento, un coche se echó para atrás, la chocó, y el manubrio le rompió un faro al carro, pero a la bici no le pasó nada.
Recién que empecé a usar la bici, me inscribí en el primer Rally por el Día del Urbanista que hacemos en el Colegio de Diseñadores Ambientales del Estado de Puebla (CUDAEP). No la había ni siquiera llevado a arreglar, y me aventé la rodada. Me quedé a la mitad, pero igual fue una experiencia padre: me gustó. Y como que me fui metiendo a las rodadas. Para mí, ir a las rodadas de los viernes con Biciopolis es salir de la rutina de la semana y relajarme. Entre semana, a veces termino tan cansada que lo único que quisiera es ir a rodar. Es una experiencia muy bonita. Vas como en la manada, sientes que te conectas y te dejas llevar. Aparte vas recorriendo y conociendo otras colonias por las que no habías pasado antes. Y cuando pasas por las calles que sí conoces, es otra experiencia pasarlas en bici a pasarlas en vehículo, porque las conoces de otra forma o desde otra perspectiva. Nos ha tocado subir a puentes vehiculares que dices: ¡yo cuándo lo voy a subir caminando! Pero en bicicleta, al andar en grupo, te sientes más abrigado y te da la oportunidad de ir a lugares que en otras condiciones no irías. Después de una semana de trabajo, andar en bici es como reencontrarse a sí mismo.
Me he involucrado también en la Vía Recreativa Metropolitana. En la Vía, hacemos carreras infantiles en bici para los niños. El primer año organizamos una actividad para niños chiquitos y pues para ellos competir fue fundamental, además de que en esas carreras generamos amistades. Mi hijo en ese momento tenía siete y acababa de aprender a andar en bici. Con los años, fuimos ampliando las actividades, y ampliando el rango de edad de las carreras. En el último año hicimos una red de bici de montaña infantil y juvenil. Aparte de esas actividades, damos educación vial, porque los niños son muy críticos, y hemos visto que trabajando con los niños podemos generar un cambio. Por ejemplo, cuando los niños están con sus papás en sus coches, los niños son los primeros en señalarles si están infringiendo alguna regla vial. Además, ellos serán los futuros ciclistas. Yo siento que todas esas actividades generan conciencia y sensibilidad.
A mis amigas les gusta andar en bici, y lo pueden hacer, pero me dicen: es que sí lo puedo hacer en el parque, pero no puedo andar en la calle. Y me preguntan: ¡¿Cómo puedes andar en bici?! Les da mucho miedo salir: miedo a los vehículos, a chocar, a que las atropellen, a que algo les pase… Creo que los miedos vienen también por la conducta que muchos conductores tienen. Los mismos conductores no saben muchas cosas que nosotros, como ciclistas, podemos hacer. Como por ejemplo, ir por un carril completo de la vialidad. Para los conductores, no tendríamos por qué estar ocupando un espacio, y se fijan más en los “errores” de los ciclistas que en las bondades que tiene la bicicleta.
También ha habido algunos cambios positivos en la estructura. Ya hay más lugares con puertos para anclar las bicis en algunos puntos —aunque sea mal, pero bueno, al menos los ponen. Y creo que sí ha cambiado la mentalidad de las personas: ha sido mucho pasar de voz en voz y hacer conciencia. A mis conocidos que me ven y me dicen que estoy loca, yo les digo: bueno, si en la calle te encuentras a algún ciclista, no tienes por qué confrontarlo ni enojarte. Piensa que puedo ser yo la que va ahí, y cuida a esa persona. Y sí, atropellaron a un amigo en bici, y pues se te queda una sensación de que es algo que te puede llegar a pasar. Pero tampoco puedes quedarte en casa y dejar de salir. Al contrario, debes salir y hacer todo lo posible para seguir mostrando que sí es posible hacerlo. Riesgos hay, pero pues no queda más que cuidarte.
Una de las bondades de la bici es en el tema de salud. ¡Sientes diferente hasta los pulmones! Y no generas contaminación. Otra de las bondades que yo le veo es que puedes llegar en el mismo o menor tiempo que si fueras en transporte público. ¡Y más cómoda también! Y reduces los tiempos de espera, que para mí son desesperantes. También puedo ir a hacer mis compras con mayor comodidad. Además, generas una empatía con las personas. Puedes socializar con tu entorno. Por ejemplo, yo salgo de mi casa y me ubican. Mi vecina me ubica como la que va en la bici. O el señor de las talachas, a quien a veces le pido que le ponga aire a la bici, me lo encuentro en la calle y nos saludamos. “Ve con cuidado”, me dice. Sí: La-que-va-en-bici: así me ubican.
He conocido a personas por el tema ciclista. A través del CUDAEP, hemos participado en temas de movilidad en la ciudad. Trabajé en el diseño de las ciclovías que están en la 7 sur y 5 sur. Para mí era importante trabajar de forma integral: trabajar con todos los modos de transportarse en la ciudad. A raíz de esas participaciones, me empecé a meter en los grupos ciclistas. Ahí conocí a Jorge, de Biciopolis, y él me orientó en esos temas. También he conocido a muchos ciclistas del staff de la Vía Recreativa. muchos de ellos son rudos, de esos que se van en la autopista. Y se hizo una bonita comunidad. No era sólo trabajar, sino que para nosotros era el gusto de ir.
Desde chiquita, mi mayor miedo era la soledad. Me daba miedo quedarme sola. Ya de grande he vivido momentos en los que he tenido que confrontar de nuevo ese miedo, pero los he vivido, los he procesado y los he superado. Y en todo eso, mi bici me ha dado una compañía, una comunidad, una conexión con otras personas: voy a mi paso con mi compañera del camino.
Porque la bici urbana es una herramienta útil no solo como medio de transporte, sino también de contacto con otras personas, a nuestro paso. También es adaptable a las condiciones de los recorridos y actividades. Si pudiera compararla sería con la música, porque es universal, versátil, con ritmo, armonía, duración, intensidad, frecuencia, expresión y movimiento.
De izquierda a derecha: Alejandro Zamora, María Antonieta Carmona y Jaime García.
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Colaboradores
Entrevista: Alejandro Zamora
Redacción: María Ávila