Narrativas comunitarias
de ciclismo urbano en México

Nunca se me va a olvidar pues yo le hice honor al nombre: me hice un vagabundo en bici.

Everardo Flores

Sé que soy bicicletero por mi abuelo

Mérida, Yucatán, 6 de febrero de 2019 y 4 de julio de 2022 

 Nací en la Ciudad de México y vine a vivir a Yucatán hace 13 años. Estudié en la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM. También cursé hasta el cuarto semestre la carrera de Filosofía y estaba extasiado con las clases, pero tenía que trabajar y no me daba tiempo de combinar las dos cosas. Trabajaba en Canal 11 donde hacía investigación de la audiencia televisiva y cuando llegó Calderón, luego de varios recortes de los que me había salvado, llegó el momento en el que me dieron las gracias y me pagaron mi liquidación. Pensé si debía buscar otro trabajo en la Ciudad o venirme a vivir a Mérida y elegí la segunda opción. Acá vivía mi mamá desde el temblor del 85. Se vino en el programa de descentralización administrativa del Gobierno Federal, le dieron casa, le pagaron su mudanza y ocupó su misma plaza acá en Mérida. Por mi parte yo llegué con la idea de tomarme un año sabático con el dinero de mi liquidación; quería descansar del tráfico y dedicarme a conocer Yucatán.  

Llegué en octubre del 2008 y desde entonces salía a pedalear por las calles y veredas cercanas. No tardé en hacer amigos en la brechaTenían un grupo, pero era un club de bici de naturaleza que a veces participaban en competencias, iban a los cenotes, a las pirámides, y una vez les pregunté: “oigan, pero en la ciudad, ¿hay alguien que promueva la bici?” “No, pues no hay nada”, dijeron. “¡Pues vamos a hacer algo!”  Así se fue cocinando la idea. El 10 de octubre de 2010 (10/10/10), se armó una rodada por el cambio climático, y ese fue el origen, porque permitió identificarnos a quienes nos gustaba la bici, el cuidado de la naturaleza y el activismo social. Eso facilitó algunas cosas, y de ahí nacieron buenas amistades. En febrero del 2011 empezamos los paseos nocturnos en bici. Originalmente nos llamábamos “Un auto menos Mérida”. Además de los paseos nocturnos de los miércoles, organizábamos una rodada llamada “Masa crítica” los sábados. Como en San Francisco, California, era un movimiento bicicletero contestatario y algo agresivo, pero aquí en general las personas y la ciudad son pacíficas y amables, por lo que la “masa crítica” no pegó, ¡y qué bueno! El movimiento se fue más hacia la promoción de la movilidad sostenible y no tanto por el lado de confrontar a los automovilistas. A partir de entonces dejamos de llamarnos “Un auto menos” y cambiamos de nombre a “Cicloturixes”, un apelativo local que hace referencia a las bicis y a las libélulas (turix significa libélula en maya). Hoy muchas personas en Yucatán y sobre todo en Mérida nos ubican como un colectivo promotor del uso de la bici. Creemos que uno de los principales logros de Cicloturixes en todos estos años de activismo ha sido colocar el tema de la movilidad sostenible en la agenda pública. 

Para nosotros, la manera más efectiva que teníamos para tratar de convencer a los funcionarios públicos de construir obra pública para peatones y ciclistas era decirles que se trata de un asunto de justicia social.

Yucatán es uno de los principales estados a nivel nacional en donde las personas se transportan en bicicleta gracias a su geografía: vivimos en tierra plana. No hay montañas, no hay cañadas. No tenemos ningún tipo de impedimento orográfico que nos dificulte la movilidad en bici, a diferencia de otras ciudades o de otros estados. Eso facilita mucho las cosas. La gente saca sus cosechas en triciclos, va a trabajar su milpa y a ver a sus abejas en bici… o sea, todo lo que es la pequeña producción agrícola en el interior del estado es en bicicleta o en triciclo; lo mismo en los puertos: tú puedes irte a Celestún, Progreso, Chelem, San Felipe y verás a los pescadores bajando de sus lanchas para subir a sus triciclos o bicicletas. Nuestras primeras acciones para tratar de mejorar las condiciones de los ciclistas, al menos en la capital del estado, fue enviar cartas a la alcaldía solicitando bici puertos en las principales plazas y parques, así como mayor seguridad vial para los ciclistas. Nos dedicábamos a juntar firmas. Queríamos bicipuertos públicos, sombreados y seguros en la Plaza Grande, en Santa Ana, Santa Lucía, San Juan. Por mucho tiempo fuimos ignorados, tratábamos de aparecer en medios, emitir boletines de prensa y hacer visible el movimiento con los paseos nocturnos, pero no había gran respuesta. Eventualmente se construyeron algunas ciclovías en la periferia de la ciudad y otras a la orilla de algunas carreteras. Fue hasta que llegó la pandemia que a los ciclistas nos hizo justicia la revolución, como se dice coloquialmente, pues el gobierno estatal construyó, con recursos federales, más de 70 kilómetros de nuevas ciclovías dentro de la ciudad, incluido Paseo Montejo. Fue muy importante pues al fin Mérida se integraba al club de ciudades mexicanas que realizaban obra pública para los ciclistas urbanos. Evidentemente, aún queda muchísimo por hacer en materia de obra pública para ciclistas y peatones pero pensamos que se ha dado un primer paso.   

Colgamos una bici blanca en el lugar donde murió un ciclista y sus familiares y amigos nos piden rendirle homenaje. Debemos de haber puesto ya más de 13 bicicletas blancas...

Para nosotros, la manera más efectiva que teníamos para tratar de convencer a los funcionarios públicos de construir obra pública para peatones y ciclistas era decirles que se trata de un asunto de justicia social. El tema no éramos los Turixes. No pedíamos cosas para la gente que asiste a los paseos nocturnos, de lo que hablábamos era de la gente que muchos no querían ver, pero que están allí, que son los ciclistas urbanos: esos que todos los días andan en bici, personas que muchas veces no tienen un buen empleo, o ni siquiera tienen uno y usan la bici como herramienta de trabajo. Personas que tienen que prescindir del transporte público, un viejo problema de la ciudad que sigue esperando solución, esas personas deben hacer gestiones en el centro, hacer compras, y muchas veces no hay dónde dejar la bici. Se trata del primer sector al que dedicamos nuestro activismo, las personas que ya decidieron transportarse en bicicleta, mismas que no están pensando si hace calor o llueve para saber si se suben a la bici, ellos no tienen opción y no son uno, ni dos, ni cien: son miles. Por esas personas es por las que en primer lugar tratamos de incidir en políticas públicas que los beneficien.  

Tenemos también el proyecto de las bicicletas blancas para visibilizar la muerte de ciclistas: colgamos una bici blanca en el lugar donde murió un ciclista y sus familiares y amigos nos piden rendirle homenaje. Debemos de haber puesto ya más de 13 bicicletas blancas, la mayoría de ellas en Mérida, aunque de manera simbólica pues cada año fallecen en Yucatán por atropellamiento aproximadamente 40 ciclistas. 

El siguiente sector por el que trabajamos son los ciclistas potenciales. Los que no usan la bici como medio de transporte, pero les gustaría hacerlo. Pongo un ejemplo de nuestro trabajo con este sector. Ha habido momentos en que ciertos grupos han estado en contra de la bici-ruta, que es la vía recreativa de la ciudad; o más recientemente y con mayor virulencia en contra de las nuevas ciclovías. Algunos dueños de hoteles se han opuesto a estas políticas y nosotros siempre hemos salido a defender tanto la bici-ruta como las ciclovías, la primera porque es un éxito rotundo y las segundas porque protegen a los ciclistas. Yo pienso que la bici-ruta que tiene un carácter de convivencia familiar es también un semillero de potenciales ciclistas urbanos, que con ciclovías seguras tienen mayores incentivos para usar la bici como medio de transporte. Estoy convencido que con mayores facilidades viales y de estacionamiento, miles de personas saldrían  a pedalear a sus trabajos. Ese es el sector de los ciclistas potenciales. 

Además de la reciente construcción de ciclovías ha habido algunos otros avances en años recientes. Por ejemplo, se logró la ley que exige metro y medio para rebasar a los ciclistas, después de que en 2015 atropellaron a una triatleta. Se llamaba Rubí. Iba por la carretera Mérida-Progreso, y al subir el puente que va hacia Chelem, un camión de doble remolque la atropelló. Se indignaron los triatletas, obviamente, los ruteros también, nosotros llevábamos un rato indignados por todos los que fallecen; sabíamos que era un problema de todos los días y entonces alguno de ellos me habló y se dio un buen intercambio. Al juntarnos con estas otras comunidades de ciclistas, redactamos un pliego petitorio, se convocó a una marcha y sólo con esa convocatoria recibimos la atención del Secretario de Gobierno, que hizo posible que se estableciera en la ley el rebase de metro y medio. Pero muchas otras cosas que estaban en el pliego petitorio nunca se cumplieron. 

Esto ha sido un poco como picar piedra. Ser Presidente de Cicloturixes, Asociación Civil, me ha abierto la posibilidad de tener voz, de que ciertos ámbitos del gobierno nos busquen: hemos participado en dos o tres planes de movilidad para la ciudad, muy bonitos, pero son eso, planes, y cuando tú les dices: “¿Oigan, pero la implementación?” “No, pues no podemos implementar si no hay plan,” y les decimos: “Bueno, está bien, pero es que cada tres años hay otra vez un plan”, y cuando llega el que viene otra vez te dice lo mismo. Le dices que ya hay un plan, pero dicen: “no, no, no, pero vamos a hacer un nuevo plan.” Y se llevan tres años haciendo el pinche plan. Entonces termina el trienio y qué crees: “¡Ya no nos dio tiempo de llevarlo a cabo!” Llega el nuevo alcalde y es la misma historia. Y yo digo: si se trata de planear y soñar, lo hacemos con gusto, pero a ustedes les toca hacer realidad esos planes. Muchas veces el problema con los ayuntamientos son algunos grupos de presión, normalmente comerciantes y empresarios, con quienes tienen compromisos adquiridos de no peatonalizar calles o no construir ciclovías en el primer cuadro o no mejorar el transporte público para que el centro deje de ser un enorme paradero (aunque parezca increíble, así es). A ellos no los puedes tocar ni con el pétalo de una rosa. Al final de cuentas sí hay un compromiso muy fuerte con intereses creados. Eso es lamentable porque siempre hemos dicho que no debería ser así, que el interés público está encima de todos ellos. Pero bueno… no funciona así. 

Hablando del paseo nocturno en bicicleta, para mí es como una gran satisfacción porque muchísima gente viene al paseo, pues son de estos potenciales ciclistas urbanos, que te dicen oye yo quiero usar la bici como medio de transporte “¿tú cómo le haces?”  Yo les cuento que me voy a la chamba en bici. Todos estos años, cientos de personas, a partir del paseo, se han motivado para trasladarse en bicicleta. Después de tantos paseos, ya conozco bien la ciudad. Me he trazado unas rutas que si me acompañaras, dirías: “¡Qué padre Mérida, no hay coches!”, porque me meto por calles secundarias con poco tráfico. Procuro andar siempre en mi bici, traigo mi bocina, mis alforjas con ropa para cambiarme, y mi almuerzo. Ahorita, por ejemplo, venía oyendo la mañanera, con mi café, y así como muy farolón, jaja. 

Percibo en mi camino los olores de las plantas, el canto de los pájaros y ya me aprendí el nombre de un montón de árboles, flores, plantas y aves… voy percibiendo, digámoslo así, el palpitar de la ciudad.

Trabajo en el IMSS, en un puesto administrativo, y no es por quejarme la verdad, pero algunas veces la mejor parte de mi día es ir a mi trabajo y regresar a casa en la bici, ya con eso te digo todo de lo importante que este vehículo para mí. Incluso la ruta que uso para ir a mi trabajo que yo no me inventé, me la dio el Google Maps Bici, ¡me mete por un parque! ¡Padrísimo! Descubrir que puedes atravesar por tantos lugares que en auto jamás podrías, como cortar camino atravesando un parque, voy realmente disfrutando el paisaje, paso por varias escuelas y  veo salir a los niños y adolescentes y a sus padres que van por ellos, algunas veces en bici, porque yo entro a las 12:30 y salgo hasta la noche; percibo en mi camino los olores de las plantas, el canto de los pájaros y ya me aprendí el nombre de un montón de árboles, flores, plantas y aves… voy percibiendo, digámoslo así, el palpitar de la ciudad. Realmente es algo que disfruto muchísimo. Todos los días planeo mi ruta: hoy vengo a la entrevista y sé que de aquí me desvío dos calles para reincorporarme a mi ruta tradicional por detrás del Hospital Juárez. O sea, eso a mí me hace feliz navegar en la ciudad; yo disfruto realmente moverme en bici. 

La ciudad de Mérida es muy bonita. Aunque la ciudad de México sea la ciudad de mis amores, fue realmente aquí en Mérida que decidí hacer activismo por la movilidad sostenible, aunque desde allá me movía en bici. Llegué a irme en bici ya desde que estaba en la prepa, y a la Facultad de Filosofía me iba en bici desde Villa de Cortés. Llegaba por Cerro del Agua atravesando Coyoacán hasta Miguel Ángel de Quevedo, y ahí zigzagueando hasta C. U., que está en lo alto y se siente pesada la subida, algo que en coche nunca notas. Y ya, de regreso, bajaba por Coyoacán hasta la Alberca Olímpica, de ahí agarraba Eje Central y luego me metía por la Portales hasta la calle de Niños Héroes, donde vivía. 

Nunca se me va a olvidar pues yo le hice honor al nombre: me hice un vagabundo en bici. Toda mi colonia estaba a mi alcance, iba a todos lados en ella, mi abuelita me encargaba cosas y yo era feliz haciendo los mandados...

Aprendí a andar en bici en primer año de primaria. Mis tíos tenían una bici tipo inglesa, como las de los panaderos, pero rodada 20. Aprendí primero en el patio de mi casa, ya en segundo o tercero de primaria, me salía al parque. En cuarto, los Reyes Magos me trajeron mi primera bici, una Vagabundo azul, hermosa. Nunca se me va a olvidar pues yo le hice honor al nombre: me hice un vagabundo en bici. Toda mi colonia estaba a mi alcance, iba a todos lados en ella, mi abuelita me encargaba cosas y yo era feliz haciendo los mandados… Eso fue al norte de la ciudad, en Santa Rosa, muy cerca de Tlalnepantla, y desde entonces para mí una influencia muy importante, fundamental, fue mi abuelo, a quien considero mi padre, pues él y mi abuela me criaron. Mi abuelo se movía en bici desde Santa Rosa hasta San Ángel. Estamos hablando de más de 30 kilómetros. Él era velador y se iba en la tarde-noche, se quedaba allá, y al otro día en la mañana se regresaba. Era un gran ciclista urbano de hueso colorado. Yo lo veía con una admiración muy especial: era muy trabajador, excelente padre y un gran lector. Para mí se trataba de ser como él. 

Ahora sé que soy bicicletero por mi abuelo, mi padre, y cuando ando en bici, me acuerdo mucho de él. Yo solía acompañarlo algunas veces cuando se movía en bici. “Vamos a tal lugar”, me decía. A mí me daba un poco de miedo rodar junto a él, porque ya era un adulto mayor y era muy osado, pero al mismo tiempo muy hábil manejando su bicicleta. Él mismo la arreglaba, siempre la tenía en excelentes condiciones mecánicas y la usaba para ir a todas partes, hasta que un día murió atropellado, pero extrañamente no iba en bicicleta sino caminando. Sé que también mi activismo en el tema de las muertes por hechos viales me nace por él, lo hago en su memoria, en su honor. Nadie debe morir por salir a la calle caminando, en bici o en cualquier modo de transporte.

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Colaboradores

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Redacción: Mónica Díaz García

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